La silla caliente que ocupa el director del equipo Cuba de béisbol está vacía hoy, desde que el presidente de la Federación Cubana de este deporte, Juan Reinaldo Pérez, anunció que Armando Johnson cesaba en esas funciones.
Mandy, un timonel que llevó a los Piratas de la Isla a un bronce histórico en 1999 en el campeonato cubano y ganó la medalla de oro en la superliga del 2003 al frente de Habaneros y en la Primera Olimpiada del Deporte Cubano con Occidentales, concluyó su mandato después de poco más dos años.
En las arenas internacionales también obtuvo buenas actuaciones al lograr el título del orbe en 2005 con la categoría 15-16, el bronce en 2010 con los juveniles y la presea plateada, y el boleto mundialista en un torneo panamericano sub-23, hasta que tomó las riendas del equipo grande.
Bajo la mirada de una fanaticada expectante que se acostumbró durante décadas a ver el equipo de las cuatro letras en la cima de los eventos foráneos, la gestión del pinero -a pesar de algunos momentos de gloria- no fue la esperada en medio de un contexto muy complejo para nuestro deporte nacional.
El primer puesto alcanzado en la Copa del Caribe 2023 y la meritoria cuarta plaza en el último Clásico Mundial se hicieron humo, luego del decepcionante sexto escaño en los Juegos Panamericanos de Santiago de Chile 2023 y más recientemente el penúltimo lugar en el Premier 12, que terminaron por dinamitarle el trono a Johnson.
Si bien los aficionados a este hermoso deporte, Patrimonio Cultural de la nación cubana, saben que las culpas de la debacle no son para nada responsabilidad de este director y dependen de muchos factores, algunos más allá del ámbito deportivo, lo cierto es que la selección nacional ya estaba pidiendo a gritos otro mentor.
Aunque no será un timonel quien logre enfilar el rumbo de esa nave por caminos victoriosos, al necesitar el béisbol, además de un gran empuje económico, demasiados cambios de estrategia y mentalidad, un director sí puede sacar lo mejor de su tropa y dar batalla en los ruedos internacionales.
¿Quiénes serán los candidatos que tiene en mente la Federación Cubana? ¿Habrá alguno disponible con las herramientas necesarias para recuperar al menos una parte de los espacios perdidos?
Por ahora no podemos responder esas interrogantes, pero es necesario que el elegido tenga conocimiento del juego, dominio de las reglas y estrategias del béisbol, experiencia en análisis de estadísticas y sabermetría y capacidad para gestionar alineaciones, rotaciones de lanzadores y situaciones tácticas.
Es muy importante su poder de convocatoria sobre los que residen fuera de las fronteras o se desempeñen en ligas profesionales, que tenga habilidades de liderazgo, sea motivador, gestione jugadores con diferentes personalidades, pueda tomar decisiones difíciles bajo presión y posea buen manejo de la comunicación con sus discípulos, cuerpo técnico, directivos y periodistas.
Aquel que esté dispuesto a sentarse en la silla hirviente debe leer el juego en tiempo real para realizar ajustes, saber cuándo hacer cambios, realizar estrategias agresivas, mantener la armonía y la disciplina en su conjunto, resolver conflictos entre jugadores y crear cultura de trabajo en equipo y compromiso.
Por si esto fuera poco, el próximo manager tiene que ajustarse a las nuevas tendencias y tecnologías en el béisbol, hacer uso de análisis de datos para mejorar el rendimiento de su escuadra y ser innovador.
Si todo esto parece demasiado, puedo dar fe que en toda la historia de este deporte en Cuba hemos tenido el privilegio de contar con varios que poseen esas características.
El reto ahora es identificar al que cumpla con la mayoría de esos puntos y darle el poder real. Hay poco que perder y mucho que ganar. Nos vemos en el estadio.