Esther Rodríguez Aldama camina ágil, los 77 agostos, a punto de cumplir, no pesan, responde coloquialmente cualquiera de las interrogantes que surgen en la conversación y vive orgullosa de la labor que realiza desde hace 45 años en el Palacio de Convenciones de La Habana, sitio al cual llegó cuando todavía se movían las piedras y fundían columnas en el terreno pantanoso. Camina erguida por los amplios pasillos, conoce de memoria escaleras, salones y oficinas, saluda a quien se le cruce en su andar y sonríe cuando mira en el tiempo al gigante que es el Palacio. Múltiples son los recuerdos y anécdotas que atesora de aquellos primeros momentos de la institución; las constantes visitas de Celia Sánchez Manduley y del Comandante en Jefe Fidel Castro para seguir al detalle la construcción del inmueble, obra que Esther y sus compañeros apoyaron hasta que finalmente, el 2 de septiembre de 1979, abrió puertas a la VI Cumbre de Países No Alineados. Con gestualidad y elocuencia rememora Esther que por los años 80’, en una de las sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, fue escogida para ser la ascensorista en el elevador por donde subía Fidel. “Fue una experiencia muy bonita, impactaba la figura del Comandante con su traje verde olivo, era muy amable, como estábamos dos compañeras en la misma función, nos decía hoy me voy con una y mañana con la otra, para que no se me pongan celosas, nos preguntaba por la familia, por la hora que concluíamos la jornada laboral…” Esther integra el equipo de editores de textos en Palacio, programas, discursos, plegables, carteles, catálogos, pasan por sus manos y por sus ojos, enfatiza en la importancia de una buena ortografía, y del conocimiento general para realizar con calidad cada una de las encomiendas. Evoca el paso de la máquina de escribir para la computadora, etapa de preparación obligada y paciencia, el último brochazo casi antes de empezar la Cumbre en el 1979, y la segunda casa que es el Palacio en su vida, “haciendo lo que haga falta”.
Vitales figuras para los eventos
En los últimos 45 años en Cuba las principales cumbres, congresos, encuentros y más, tuvieron al Palacio de Convenciones de La Habana como escenario principal. La edificación amplia, iluminada, contemporánea es también sede permanente de las sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, pero detrás de cada uno de los eventos existen figuras vitales que los organizan.
Katia Batista Noa es de las más jóvenes en el equipo, con casi una década de experiencia, tiene la responsabilidad de organizar ferias de exposiciones asociadas a eventos que se realizan en esa sede. Es un trabajo muy lindo –explica- porque en el mundo de eventos hoy, además de la parte científica se le presta mucha importancia a la parte expositiva, según la temática lo que se venga a exponer en sala tiene un valor agregado, para que se puedan mostrar los adelantos científicos, ya sea de un evento médico, tecnológico, de educación…
Siete años hace que Katia trabaja en esta área, porque cuando llegó a Palacio inició su labor en la esfera comercial.
¿Cuántas personas han pasado por aquí? ¿Cuántos encuentros se han celebrado no solo nacionales?, hay que conocer la metodología de organización de eventos de otros países, cuando se prepara una cita científica que sea de temática de salud pública, por ejemplo, se está bajo la sombrilla de una organización mundial, y exige mucha preparación, comenta la joven, quien pudiera diseñar para la academia, tal vez, un manual con precisiones.
Habla Katia del equipo como el sostén para cualquier foro que se organice. Cada detalle es importante y de eso conoce muy bien Ángel Salabarría Lay, con más de 30 años de experiencia en esas lides, y un montón de largas jornadas sin dormir.
Ponerse a disposición del cliente para satisfacer su necesidad, es eso lo fundamental, cuenta Ángel; hay eventos que usted los está organizando hasta con cuatro años de antelación, otros, como un Consejo de Dirección de una Empresa, o una reunión, que puede hacerse en 15 días; pero siempre con la intención de ocuparse del mínimo detalle.
De todos los vericuetos, contrataciones, conversaciones, intercambios, para lograr lo que luego ve el público por la televisión, Salabarría Lay es experto, y los más jóvenes aprenden de él, de su desenvolvimiento y la dedicación que imprime en cada uno de los acontecimientos que organiza. Una vez se fue la corriente en un gran congreso organizado por salud pública, en presencia de Fidel, otra se rompió el aire acondicionado y el calor inundaba la sala cuatro, la que prefiere como alternativa del Plenario, por sus prestaciones y sobriedad. ¿Qué no habrá vivido este hombre en tantos años en Palacio? Hace un gesto cómplice, y afirma con la mirada fija, “este lugar es como mi vida, aquí aprendí a muchas cosas de mucha gente, conocí a personas, es bueno pertenecer a un equipo que den respuesta a las dinámicas que aparezcan, y que lo hacen rápido, trabajar con compromiso y profesionalidad, y hacerlo bien, es lo importante”.
Los que quedan, los que no…
Para Oscar José Rubio Leyva, jefe del área de servicios técnicos, y Lino Angel Pérez Carrera (El Chino), el denominador común en sus conversaciones son los colegas de tantos años, los que fundaron el lugar, sin imaginar siquiera, que se convirtiera en un gigante real y los que ya la vida los llevó a la jubilación o partieron de este mundo, con la presunción de un deber cumplido.
Rubio Leyva fue primero técnico de electrónica y en el año 2007 lo nombraron jefe, domina dónde queda cada cable, conexión, trasmisión de las salas de Palacio, de las luces de los pasillos, de la traducción simultánea y lo dice sin inmutarse; a los 71 años de edad parece un muchacho que sigue dispuesto a brindar ayuda donde sea. Viajó a Indonesia, Angola, Nicaragua y la India en sus funciones de técnico para apoyar en otros centros similares, y trasmite sus conocimientos a los que llegan a enfrentarse con la minuciosa labor que impone la electrónica. Entró como un jovencito y amaneció muchas veces en eventos grandes, la vida y su experiencia las comparte con sus compañeros y considera que es también su casa, el edificio que tanta historia atesora.
Mientras El Chino, capitán del restaurante El Bukán, trae a su memoria los grandes eventos, las personalidades que pasaron por ese emblemático sitio de Palacio en el cual recibieron servicios eficientes y de calidad. Su mirada fija en el tiempo recrea el café que preparó a Fidel aquella madrugada cuando una sesión de un Congreso de los periodistas se extendió casi hasta el amanecer, y revisa que esté completa la vajilla, la original del local con nombre aborigen… Los últimos 45 años de su vida estuvieron ligados a la institución y a la familia que crearon los que ayudaron a remover la tierra, fundieron columnas, pulieron mosaicos y mantienen todavía la energía que vibra en cada rincón del recinto. Esther, Katia, Angel, Oscar y el Chino se integran junto a muchas otras personas a la historia del Palacio de Convenciones de La Habana, sitio de excelencia en Cuba para los eventos más diversos y testigo de memorables momentos que marcaron hitos y dejaron las huellas de un gigante en el tiempo.