La Habana, 14 feb (ACN) Hay ir y venir de gente, largas filas frente a pabellones que atesoran libros pequeños, cuentos infantiles y para colorear, también están los plumones y crayolas, la fortaleza San Carlos de la Cabaña vuelve a amparar a la Feria Internacional del Libro de La Habana (FILH).
A pesar de las carencias, el déficit de generación eléctrica y el contexto difícil que vive hoy Cuba, es la Feria una fiesta necesaria que enriquece la espiritualidad, espacio esperado cada año por editores, libreros, expositores, escritores y poetas que llegan con novedades a mostrar, recibir, intercambiar.
Más allá de los precios que son elevados, se encuentran verdaderos tesoros de la literatura, a buen costo, y se convierte la Feria cada año en el espacio imprescindible para el encuentro y el intercambio cultural entre la mayor de Las Antillas y otros países del mundo.
Esta es la trigésimo tercera edición, con Sudáfrica como nación invitada, pero no solo sudafricanos desandan los adoquines de la otrora fortaleza militar española, vietnamitas, chinos, latinoamericanos y europeos buscan también llevar un libro de poesía, narrativa o, simplemente asistir a una lectura o un concierto, porque tiene la fiesta un carácter integrador desde el lejano 1982 y sigue creciendo.
Los cubanos se conectan con la literatura y el mundo descubre en la Feria las riquezas culturales de Cuba, se convierte en un destino de privilegio para quienes visitan la Isla, porque constituye valor agregado en febrero a la playa, el sol…
Hay desde este primer día abierto al público estudiantes y profesores, militares y civiles, niños, jóvenes y viejos, los que pudieron llegar en una especie de ronda en torno siempre a los libros.
El ir y venir de la gente se repite, y será así hasta que cierren las puertas imaginarias de este espacio a cielo abierto y transite entonces por otras ciudades, otras calles, otras carpas con la misma voluntad esperanzadora, sanadora de espíritus.
Vuelve San Carlos de la Cabaña, desde lo alto, vigilante, a expresar a los cuatro vientos que Cuba está viva, que anda y tropieza con piedras duras; pero es en estos días refugio enriquecedor para el arte y la cultura.