Eyleen Ríos López, enviada especial
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11 Agosto 2024

París, 11 ago (ACN) Tocó a Milaimy Marín dejar la última huella de los deportistas cubanos en esta ciudad, y profunda, alegre… exitosa. Subió al colchón de la Arena Campo de Marte en busca de su premio, una de las medallas de bronce de la división de 76 kilogramos (kg) a pocas horas de caer el telón de los Juegos Olímpicos, y de allí bajó como la guerrera que es.

   Tendida dejó sin consuelo a Aiperi Medet, de Kirguistán, la número uno del ranking y subcampeona del último mundial. De poco le valieron esos premios para conseguir al menos un punto frente a la cubana, primera y única en marcar hasta regalarse una pizarra de 6-0 que redondeó la histórica actuación de las gladiadoras de Cuba en esta cita bajo los cinco aros.

   “Lo disfruto como si fuera un oro. Todos los resultados que he alcanzado han sido con mucho sacrificio, tanto mío como de mis entrenadores”, declaró entre saltos de alegría, emocionada e incrédula por lo que había acabado de realizar.

   “Tengo un entrenador al que yo le digo el Rey Midas, todo lo que toca lo convierte en oro. Gracias a su estrategia y a la forma que me guio durante todo el combate logré mi objetivo”, confesó con lágrimas de felicidad, aunque sin asimilar que ha sido protagonista de una de las actuaciones más trascendentales de la delegación cubana.

   El ascenso al podio olímpico en París a sus 23 años de edad prueba la vertiginosa progresión de Milaimy desde que reinó en los Juegos Olímpicos de la Juventud de Buenos Aires 2018, solo un año después de su primer contacto con el colchón.

   Aunque ha sido un recorrido en ascenso, asegura que aún no “aterriza” en la agradable realidad que vive. “Sé que logré algo muy grande. Ser la última de la delegación en competir y cerrar muy bien me deja contenta, porque tenía un gran compromiso con mi país y lo logré”, remarcó.

   La experiencia en la Ciudad de la Luz le deja su primera medalla olímpica, pero también la sensación de sentirse como un referente para las cubanas.  “Me siento ejemplo, sé que todas somos unas guerreras y lo que di sobre el colchón es el resultado de mis raíces y los valores con que me formaron”, reconoce este domingo, quizás el más feliz de su vida.

   El desempeño de Milaimy cierra una actuación mayúscula de la lucha femenina de Cuba en el certamen multideportivo parisino, marcada por una eficiencia perfecta. El primer alegrón había llegado hace dos días con Yusneylis Guzmán, subcampeona de la división de 50 kilogramos, y convertida en la asistente del entrenador Filiberto Delgado en el crucial combate de su compañera.

   Desde esa posición la voz de la Chiqui se hizo sentir en medio de la algarabía… repartió ráfagas de instrucciones, batió la toalla para refrescar a su compañera, sufrió y disfrutó con cada acción, y hasta celebró el resultado con mayor efusividad que el suyo.

   “Este es el resultado del trabajo de todas las muchachas, de los entrenadores que se quedaron en Cuba, de la tríada médica y de las autoridades del organismo que nos apoyaron en medio de todas las dificultades”, opinó un Filiberto agradecido y a veces con la voz cortada por la emoción.

   El estratega, considerado como un padre por sus pupilas, ponderó las potencialidades y el papel asumido por las luchas en París 2024, aportando más de la mitad de las medallas cosechadas, entre ellas el icónico triunfo del gran Mijaín López en el estilo clásico, quien sumó su quinto título, además de los metales bronceados de Luis Alberto Orta (67 kg) y Gabriel Rosillo (97). Sin dudas, sobran los motivos para la felicidad.