1906: segunda intervención yanqui por sus fueros

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ACN - Cuba
Por Marta Gómez Ferrals
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29 Septiembre 2024

   El 29 de septiembre de 1906 comenzó la segunda intervención militar de Estados Unidos en Cuba, a solicitud del presidente Tomás Estrada Palma, reelegido fraudulentamente para un segundo periodo a fines del año anterior, y a la sazón amenazado muy seriamente por sus opositores del Partido Liberal.

   Este infausto acontecimiento ya no resultaba tan traído por los pelos como cuando se realizó la primera intromisión armada impuesta a los cubanos por la potencia norteña, pues había sido allanado por el Tratado Permanente y la vergonzosa Enmienda Platt, condicionante de la instauración de la vida republicana, supuestamente libre en Cuba, a partir del 22 de mayo de 1903.

   Y aunque para los patriotas cubanos tanto la primera, materializada por tres años desde 1899, como la segunda, extendida hasta 1909, eran inmorales e injustificables actos de fuerza e intervención: la naciente oligarquía criolla, estrenada a partir de la traición a los ideales independentistas de Estrada Palma, conllevó a la consumación de variadas formas de penetración del capitalismo estadounidense en la isla antillana.

   Nada era más lejano al sueño del Apóstol José Martí, organizador de la última campaña libertaria para ganar la soberanía de su Patria e impedir a tiempo la expansión de Estados Unidos por la tierra americana genuina, la de todos.

   La mano de los vecinos del Norte fue de nuevo más ostensible que nunca y sinvergüenza, en el destino de una nación cuyos mejores hijos habían luchado por largos años a partir de la segunda mitad del siglo XIX para liberarla del colonialismo español, y a punto estaban de conseguirlo en los campos de batalla, cuando EE.UU. impuso su fuerza militar para impedirlo.

   Hay que recordar que la segunda intervención fue precedida por la injerencia y la invasión a un país pequeño con un pueblo dispuesto a ser libre. La imposición de un poder extranjero de dimensiones superiores empezó a crear las condiciones para el  dominio de su territorio y explotación de sus riquezas por parte de sus principales consorcios económicos y financieros.

   Inició así el latifundismo dadas las mejores tierras concedidas a propietarios foráneos que las mantenían improductivas, mientras los campesinos pasaban hambre y miseria.

   Esta segunda comenzada por William H. Taft y seguida por Charles Magoon, afianzadora de la pionera, es sin embargo menos recordada  y siguió el estilo inaugural de su antecesora para hacer desaparecer, en interés de las ambiciones hegemonistas estadounidenses,  las instituciones representativas del movimiento libertador y patriótico, ya que ciertamente no les fue dable la anexión deseada.

   Aprovechándose de las contradicciones y lastres como la falta de unidad de  los cubanos, en un país devastado en lo económico y social por una cruenta guerra, aceleraron inmediatamente los procedimientos para licenciar al Ejército Libertador primero, luego de someterlo a vejaciones extremas, y  más adelante hicieron desaparecer  todas sus instituciones, a la par que abatieron al  Partido Revolucionario Cubano (PRC), creado por José Martí.

   De esas filas procedía Tomás Estrada Palma, quien no solo  traicionó a su Delegado y fundador, sino  también golpeó y dejó sin liderazgo  a las fuerzas independentistas, a cambio de dinero.

   Ese personaje se alejó totalmente de los ideales independentistas al armar su Gabinete, en el cual  toda su membresía o secretarios (ministros) seleccionados por él provenían del autonomismo: ni un solo veterano de la guerra, ni un solo emigrado revolucionario, ni un hombre que hubiera sufrido cárcel o deportación por defender la independencia.

   El Tratado Permanente  firmado por él para viabilizar la coartadora Enmienda Platt contenía los ocho artículos de ese apéndice anexados a la Carta Magna con imperdonables limitaciones a la soberanía, y estipulaba el arrendamiento a Estados Unidos de zonas del territorio nacional, en Pinar del Río y Guantánamo.

   Estrada Palma debió enfrentar dos  levantamientos armados, los cuales fulminó de manera brutal con la venia y respaldo de sus padrinos. En el año 1903 sacudieron a la mayor de las Antillas grandes protestas populares por los desventajosos acuerdos y el sometimiento a Washington.

   El movimiento obrero se fortalecía en la conciencia de la lucha por no olvidar el legado mambí, y por rescatar las riquezas del país que veían perder en un proceso injusto, junto a la mengua de la soberanía de la ínsula.

   Tal vez la antesala de todo ello arrancó en 1902, año de instauración de la República, cuando estalló el primer paro  general de Cuba, la llamada «huelga de los aprendices».

   Ya se gestaba el renacer de los combates que harían eclosión en calidad y cantidad en los años 20 con la aparición en La Habana, Manzanillo y otras regiones, a partir de 1903 de las iniciales organizaciones políticas de carácter marxista y otras fuerzas progresistas, encabezadas por el dirigente obrero y luchador independentista, Carlos Baliño, y otros líderes de la emigración revolucionaria que regresaron a Cuba.

   El día antes de las elecciones marcadas para el 23 de septiembre de 1905 fue asesinado por la policía en Cienfuegos el Coronel del Ejército Libertador Enrique Villuendas, jefe liberal de Las Villas.

   Ese crimen pareció colmar la copa de la espera sensata de la ciudadanía, si algo de eso quedaba. Incluso, el Partido Liberal se retiró de la contienda y al quedar Estrada Palma como único candidato otra vez, al igual que en 1901, se proclamó ganador de manera escandalosa.

   Aquello dinamitó el ambiente por parte de los liberales, quienes tomaron las armas en varios lugares del país en agosto de 1906.  La Guardia Rural asesinó a machetazos en la capital al General Quintín Banderas, uno de los más aguerridos jefes de las Guerras de Independencia.

   Lo acontecido entró en la historia como «Guerrita de Agosto», la cual fue creciendo hasta acercarse peligrosamente a la principal urbe local y ante esos riesgos Estrada Palma se procuró la socorrida asistencia de los gobernantes estadounidenses.

   Ni corto ni perezoso a partir del ya mentado 29 de septiembre, el Secretario de Guerra de La Unión, William H. Taft, asumió el cargo de Gobernador Provisional de Cuba.

   Desde el inicio de esta segunda maniobra se suprimieron funciones del Congreso y todas las  facultades legislativas de la nación; se disolvieron las fuerzas insurrectas y milicias creadas por el propio Estrada Palma, y se nombró un supervisor y varios asesores en la Guardia Rural. Realmente el gran interventor fue el señor Magoon.

   A él se le pueden endilgar el  derroche de los fondos públicos, incremento de la corrupción política y administrativa, el endeudamiento de la República y las transacciones onerosas, males que desde entonces comenzaron a entronizarse en un país que no había tenido tiempo de caminar por sí mismo por los caminos de su frustrada libertad.

   Al tomar posesión de la Presidencia de la República el antiguo candidato del Partido Liberal, el General José Miguel Gómez, el 28 de enero de 1909, se dio por terminada esa cruda etapa de la segunda intervención. Pero, ya se sabe, eran todavía más fuertes y abarcadores los lazos de subordinación de la Cuba infeliz a la potencia norteña.