“No hay episodio heroico en la historia de nuestra Patria en los últimos años que no esté ahí representado, no hay sacrificio, no hay combate, no hay proeza, lo mismo militar que civil, heroica o creadora que no esté representada, no hay sector revolucionario, social, que no esté representado. No hablo de organizaciones. Cuando hablo de sector hablo de obreros, hablo de jóvenes, hablo de campesinos, hablo de nuestras organizaciones de masa”.
Nada mejor que evocar esas palabras del Comandante en Jefe Fidel Castro durante el acto de proclamación del Partido Comunista de Cuba fundado el 3 de octubre de 1965 en la capital cubana, nutrido poderosamente por miembros del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, así como del Partido Socialista Popular y del Directorio Revolucionario 13 de Marzo, tres organizaciones revolucionarias implicadas en la campaña de liberación nacional contra el dictador Fulgencio Batista.
Esas vertientes ya habían venido uniéndose de alguna manera en un proceso difícil pero enriquecedor, catalizado por las luchas emancipadoras y el poder victorioso del avance del Ejército Rebelde culminado con el triunfo de enero de 1959.
Habían tenido objetivos generales coincidentes, por el bien de la Patria y sus hijos, la causa de los trabajadores, campesinos, estudiantes, los jóvenes, las mujeres, los más humildes. No siempre hubo concordancia en los métodos de combate, aunque desde el comienzo se establecieron coordinaciones, pactos, apoyo a las acciones clandestinas.
Sin embargo, la ineludible lucha armada de la insurrección iniciada en la Sierra Maestra el 2 de diciembre de 1956 fue al principio incomprendida por el Partido Socialista Popular.
Pero la consolidación del naciente Ejército Rebelde en los escenarios de cruentas batallas, fraguó por sí misma un mayor acercamiento entre los movimientos revolucionarios, cuyos integrantes se sumaron a la contienda guerrillera de manera individual y finalmente crearon unidades de combate en el centro del país.
Ya en la medianía de los años 60 la voluntad política del Jefe de la Revolución había concebido la necesidad de pasar a un estadio superior de la organización, pensando no solo en las urgencias que se vivían sino también en la envergadura de programas para el futuro, demandantes de una cohesión profunda y verdadera, no solo táctica y estratégica.
Todo ello, según él para consolidar la independencia, la justicia y un objetivo importante: la transformación económica y social de una nación, cuyo pueblo necesitaba aprender a crear por sí mismo cambios medulares, incluyentes de proyectos de desarrollo.
Urgía el proceso de unificación de los más connotados destacamentos protagonistas de sucesos como la última Guerra de Liberación que llevó a la victoria de enero del 59, en un país pacífico que ya había tenido que derrotar la agresión mercenaria en Playa Girón en 1961, y enfrentaba una guerra contra bandidos en montañas del centro del territorio nacional.
Era también urgencia que demandaba más filo ideológico, que debía acerarse como un machete mambí, con el estudio y con cultura política en el sentido más amplio.
Un paso importante ocurrió en 1961 al fundirse los tres movimientos antes citados en las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI), cuando las afinidades y nexos eran sólidos y se habían decantado, por su propio peso, ciertos elementos proderechistas.
Con la profundización de la Revolución Cubana y su dirección hacia el socialismo dentro de las ORI, hubo algunos errores de método que condujeron a prácticas sectarias, muy criticadas por Fidel. La subsanación de estos errores no se hizo esperar.
Llegado 1962 se avanzó hacia el fortalecimiento de la dirigencia política revolucionaria, y las ORI pasaron a llamarse Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC).
Tras reunión ampliada con todas las direcciones provinciales, regionales y seccionales del PURSC en el país y los secretarios generales de los núcleos, se fundó en 1965 el Partido Comunista de Cuba (PCC).
Desde el comienzo ha sido una organización fiel al mandato de la historia y de la Patria, inspirada por los puros ideales de sus hijos más preclaros, además de los preceptos del marxismo-leninismo.
En él está vigente la savia y el fuego del primer Partido fundado por Carlos Baliño, Julio Antonio Mella y José Miguel Pérez el 16 de agosto de 1925.
Años más tarde, en 1976, la nueva Constitución de la República aprobada tras referendo popular estableció que el Partido Comunista de Cuba, martiano y marxista-leninista era la avanzada organizada de la nación, la fuerza dirigente superior de la Sociedad y el Estado.
El pueblo lo ha vivido y constatado. Primero con Fidel al frente y luego con Raúl Castro Ruz, ocupando la misma responsabilidad. El PCC ha contribuido de forma decisiva al proyecto de construcción de la Cuba independiente, digna y justa que disfrutamos, encabezando batallas que en momentos han tenido que ser duras o a sangre y fuego, pero siempre gloriosas y enaltecedoras.
En el rol de Primer Secretario, el presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez en el presente mantiene el empeño de que la organización alcance plenamente su cometido, mandato de la Patria y de la historia. Hoy más que nunca es perentoria la unidad y el aporte de todos, principalmente con trabajo y lealtad.