Con el levantamiento de las fuerzas del Ejército Libertador en 35 enclaves del Oriente y el resto del país, el 24 de febrero de 1895 comenzó la Guerra Necesaria, organizada y evocada por José Martí desde el exilio, en su condición de Delegado del Partido Revolucionario Cubano.
Aunque se cumplió, como sugiriera el Apóstol, la orientación de hacer un alzamiento simultáneo más o menos desde el alba en Bayate hasta el mediodía en Baire, el suceso trascendió en la historia patria con el nombre de la última plaza citada.
En esa jornada se notó la ausencia del estallido correspondiente a Matanzas, organizado por el jefe de la insurrección en Cuba, Juan Gualberto Gómez, al ser apresado antes de poder cumplir la orden. También fue capturado por sorpresa Julio Sanguily, hasta entonces con probada trayectoria mambisa. Más adelante se supo que ya trabajaba para España.
Los colonialistas no habían bajado la guardia, a pesar de que estaban muy satisfechos del golpe demoledor dado a los patriotas cubanos cuando a principios del último enero habían incautado en el puerto de Fernandina, en la Florida, un importante alijo de armamentos, otros pertrechos y tres naves con destino a Cuba para nutrir la guerra en preparativos.
Tras la pausa por la sorpresa y la pérdida, Martí y los futuros mambises del 95 se alistaron lo más rápido que pudieron y ya el 29 de enero el Maestro firmaba en Nueva York y enviaba a La Habana la Orden del Alzamiento en el interior de un habano portado por un patriota con aires de comerciante próspero.
En manos del periodista y revolucionario Juan Gualberto Gómez, este decidió que la arrancada ocurriera el domingo 24 de febrero y no antes, pues ese día de carnaval no haría sospechar a nadie sobre las razones de algunas aglomeraciones de público en los lugares implicados.
Martí se apoyó en las figuras más cimeras de la contienda anterior (llamada de los Diez Años, de 1868-1878), y logró vertebrar un movimiento que respondió a sus órdenes sin vacilaciones.
Un peregrinar sin fin por Estados Unidos, donde residió durante casi 15 años, y por países de América Central, del Sur y del Caribe, lleno de peligros y sacrificios, de abundante trabajo y actividad proselitista y movilizadora, cumplió en aquellos años, que mucho de sus compatriotas han considerado de apostolado.
El Partido Revolucionario Cubano, con José Martí al frente en el cargo de Delegado, había sido determinante en los preparativos de la última carga anticolonialista de los cubanos, la cual debía ser eficaz y rápida.
Martí tenía una concepción integral de cómo imaginaba a la Cuba por nacer detrás de la independencia, que debía ser no solo soberana, también sería transformada en una sociedad nueva, habitada por seres humanos con iguales derechos y justicia, con todos y para el bien de todos, sin predominio de una clase social sobre otra, sin esclavos, sin que importara el color de la piel y en la cual se promovieran la educación, la cultura, el desarrollo y la prosperidad.
En el artículo Nuestras ideas afirmó: “La guerra es un procedimiento político, y este procedimiento de la guerra es conveniente en Cuba”, decisión tomada solo al comprobar que España había cerrado cualquier otro modo.
El fin de la primera guerra en 1878, no trajo ni el bienestar, ni la justicia necesaria en la Isla. Por tanto, los ideales de los patriotas se vieron frustrados, a lo que se unieron varias causas que dieron inicio a la contienda del 95.
Hacia 1895 la economía cubana seguía en crisis, pues solo se observaron ciertas transformaciones no suficientes en la industria azucarera. Los presupuestos seguían siendo malversados y España apretaba las clavijas en el cobro de impuestos a comerciantes criollos.
Estados Unidos ya desbordaba sus ambiciones y poderío en los terrenos territoriales y económicos, y florecían gobiernos tiránicos en naciones de Nuestra América. Con toda esa información en su conciencia, José Martí trabaja en secreto por la libertad de Cuba y América en condiciones distintas a los primeros libertadores del continente.
El alzamiento del 24 de febrero de 1895 significaba entonces, mucho más que el ser considerado en ese momento el único medio posible para que la Patria alcanzara la libertad y soberanía.
Además de enfocarse a fines trascendentales, reflejaba cuánto había avanzado Martí y el Partido en la forja de la unidad de los patriotas, los de la emigración y los de adentro, y mostró de nuevo la estirpe de muchos héroes del 68 como Antonio Maceo, Máximo Gómez, José Maceo, Flor Crombet, Calixto García, Bartolomé Masó, Quintín Banderas, Guillermón Moncada y otros combatientes ejemplares junto a los anónimos.
Si bien los objetivos de esa guerra fueron frustrados en el 98, los ideales no murieron y fueron retomados por un pueblo que siempre vivió inspirado por sus protagonistas.