Alfredo López en el vórtice de la vanguardia obrera y juvenil

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ACN - Cuba
Marta Gómez Ferrals | Foto: Archivo
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18 Julio 2024

 El 20 de julio de 1926, casi a punto de cumplir 32 años, cayó asesinado por sicarios bajo las órdenes del tirano Gerardo Machado, el joven revolucionario y líder obrero Alfredo López, compañero de causa de Julio Antonio Mella, quien llegó a apreciarlo en toda su valía.

   Vivió en tiempos duros y esperanzadores, de renacer del espíritu de combate y la conciencia patriótica nacional,  ese muchacho cuyos restos mortales solo pudieron ser encontrados años después en los riscos del habanero Castillo de Atarés, donde había sido recluido y torturado antes del monstruoso crimen.

   A pesar de su corta existencia a Alfredo López le alcanzó el tiempo para fundar e incluso dirigir la Federación Obrera de La Habana (FOH) y la Central Nacional Obrera de Cuba (CNOC), dos organizaciones medulares para los intereses de los empobrecidos y expoliados trabajadores criollos en una época que se abría de modo salvaje a entidades extranjeras y al latifundismo.

   Ya desde el  primer lustro de la década del siglo XX el incesante activismo y reclamos de López se habían hecho notorios.

   Oriundo del poblado de Sagua La Grande, antigua provincia Las Villas, nació el 2 de agosto de 1894 y fue hijo del anarquista asturiano Alfredo López de Cossío, quien se había radicado en Cuba, y de Patricia Arencibia.

   El jovencito se inició en la vida laboral realizando trabajos tipográficos, experticia que le sirviera años después, ya residente en La Habana, para emplearse en la imprenta La Mercantil, en la cual se vinculó a las demandas de los obreros por mejores condiciones de vida.

   Muchos creen que las ideas de su padre influyeron de forma determinante en su espíritu combativo, y desde luego que eso es muy posible. Pero él supo ir más allá de su fuente inspiradora.

   La Asociación de Tipógrafos tuvo en Alfredo, sin cumplir todavía los 20 años, uno de sus esenciales auspiciadores y líderes. En los años de 1918 y 1919 organizó sonados mítines por el Primero de Mayo en la capital cubana.

   Todo ese fogueo lo alistó para la fundación de la Federación Obrera de La Habana (FOH), primero, y en consecuencia, más adelante y ya experimentado como dirigente obrero, en la creación de la  Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC).

   Su estirpe guerrera, la práctica de la hermandad y camaradería, aquilatadas por Julio Antonio Mella, lo hicieron mantener siempre en alto las banderas de lucha contra la corrupción desmandada que asolaba al país durante el gobierno de Machado.

   Muy preocupado por preconizar la unidad de la clase obrera, se esmeró también en tratar de desarrollar la capacidad combativa del sector. De ahí su énfasis por crear las organizaciones a las que se entregó con valentía.

   Cuando llegó el momento de celebrar las conmemoraciones y movilizaciones por el Primero de mayo, tomó parte en las huelgas obreras en las que se unieron los sectores de la construcción, ferroviario, tranviario, tabacalero y azucarero de Las Villas y Camagüey. Lo animaba un gran fuego en el combate por la justicia.

   Fue un dirigente que recibió todo el apoyo de Carlos Baliño, líder de pensamiento marxista en Cuba y colaborador de José Martí en el exilio, en el propósito de alcanzar la unidad entre los diversos gremios obreros y de trabajadores de todo el país. Colaboraron juntos con denuedo para conseguir la organización sindical nacional que plasmara ese ideal.

   No se detuvo en las acciones movilizativas y creó en 1922  la Escuela Racionalista, a la que asistían en horario diurno hijos de obreros, mientras los adultos lo hacían en la noche.

   Esa original experiencia vino a ser antesala de la  Universidad Popular José Martí, fundada por Julio Antonio Mella el 3 de noviembre de 1923. Cuando Mella creó su trascendental institución, el dinámico López estuvo entre sus más fieles colaboradores.

   Pensando cada minuto en darse más, Alfredo López, con su salario de linotipista ayudaba con aportaciones económicas no solo a la causa, sino también a personas que lo necesitaran.

   Nadie imaginaría que aquel joven, vestido siempre con pulcritud y elegancia, tuviera el corazón más grande del mundo.

   Un hecho curioso: a Mella le llamaba la atención que en los bolsillos de su ropa había todo tipo de folletos impresos con los derechos de los trabajadores.

   Con ellos caminaba por la vida en su incansable batallar y prédica revolucionaria. Honor y recuerdo agradecido para Alfredo López.