Una singular vegetación, conformada por gigantescos bambúes de hasta 15 metros de altura, que camino al cielo se entrelazan para cobijar espacios y laberintos, constituye la credencial que identifica a la finca El Cornito.
A seis kilómetros de la ciudad de Las Tunas, esta postal de la naturaleza, ha sido perpetuo orgullo de los tuneros, por su belleza natural que complementa un afluente del río Hórmigo, el mismo que dio pie a Rumores del Hórmigo de El Cucalambé.
Amén de esta campiña sirvió de fuente de inspiración al bardo para cantarle al campo cubano, a la Patria, a las costumbres campesinas y a su amada Rufina.
Años atrás amistades foráneas, tras saludar a los anfitriones no podían prescindir de una pregunta: “¿Y El Cornito cómo está? Ipso facto se les respondía: “Acogedor como siempre, confortables cabañas, restaurante, bares, bella piscina, cafeterías, venta de bebidas y alimentos ligeros en un ambiente familiar o entre amigos.
Era tanto el orgullo de los lugareños que defendían al paraje como un paraíso que comparaban con lugares pintorescos emblemáticos de Cuba.
El leitmotiv del esplendor de “El Cornito” también ha sido la Jornada Cucalambeana desde hace casi seis décadas, sede central de los festejos cada año –finales de junio y principios de julio-, en homenaje al más distinguido poeta popular cubano del siglo XIX, Juan Cristóbal Nápoles Fajardo.
Su evocación hizo que se construyera un anfiteatro, con escenario natural para los artistas, mientras que para el público se levantaron originales lunetas sobre una suave colina, desde donde se disfrutaban espectáculos nocturnos con intérpretes de la música campesina, la participación de agrupaciones danzarías y la intervención de poetas.
En ese entorno se habilitaron otros puntos perpetuos a la espera de la Cucalambeana cada año, como el Catauro de la Décima, el de repentismo Justo Vega y el Patio Central para actividades variopintas.
Eso lo precedió la construcción de la vía principal para la llegada al motel, y por la retaguardia, otra carretera asfaltada, de siete kilómetros de longitud, con bancos en sus laterales, por donde familias y grupos de jóvenes disfrutaban su andar por el llamado sendero, a modo de aventura, hasta terminar en la campiña de los bambúes.
A ese ambiente se incorporaron prestigiosos artistas de la plástica en el país, como Pedro Vega, Ángel Íñigo, Herminio Escalona y José Fuentes, quienes atraídos por la belleza del sitio emplazaron atractivas esculturas monumentales, aún en pie, pero con el mantenimiento en deuda.
Concluida cada Jornada Cucalambeana, las cortinas continuaban descorridas para mantener las ofertas a la población durante todo el calendario, algo que se potenció más adelante con el surgimiento, en áreas verdes contiguas y a la vera de la vía que se comunica con la Carretera Central, de un complejo recreativo: Parque de Diversiones, un zoológico y una pista de motocros.
Las llamadas de amigos y amistades preguntando ahora por “El Cornito” ya no fluyen. Y es que en este Monumento Local todo está paralizado ahora.
Según Reynaldo Cabrera Álvarez, funcionario de la Empresa de Alojamiento, no hay abastecimiento para prestar servicios. De las 114 cabañas en existencia, solamente 23 pueden habilitarse si se les garantizan las condiciones y la pileta permanece sin agua.
Este desplome –refiere- obedece a la insensibilidad y a la acción de los vándalos que se aprovecharon del descuido de las instalaciones para cometer fechorías.
El día en que la Agencia Cubana de Noticias visitó distintas áreas este verano se encontraban dos familias, con sus aseguramientos y golosinas para los niños. Una de ellas preguntó: “¿Por qué no se crean espacios para la venta de alimentos y bebidas, que mejor que esto tan natural y bonito para departir?”
Y así es, la inhabilitación de las cabañas de alojamiento no es imprescindible para la prestación de servicios mediante la activación de otros locales, pues todo no está muerto allí, los resilientes bambúes se han encargado de mantener con vida a la preciada finca de El Cucalambé.