Las vivencias de la guerra en Angola, especialmente los días gloriosos y aciagos de la batalla de Cuito Cuanavale, permanecen imborrables en la memoria del primer teniente del Ministerio del Interior, Víctor Miguel Fernández Ramírez.
Tenía 19 años y cumplía mi Servicio Militar cuando me preguntaron sobre mi disposición a cumplir misión internacionalista y sin pensarlo dos veces acepté porque lo considero un honor y un deber, refiere con sano orgullo.
Recuerda que corría el año 1986, después de algunos meses de preparación intensa como especialista en armamento de aviones y helicópteros, partió hacia Angola. Allí lo asignaron a la defensa del aeropuerto de Huambo.
Fue en ese lugar donde conocí por primera vez los rigores de la guerra, siempre implacables y potencialmente mortales, dice mientras frunce el ceño.
Cuenta que debía viajar regularmente a otras provincias del país y en una ocasión fue impactado el helicóptero en que se trasladaba por la defensa antiaérea de la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (Unita por sus siglas), en un sitio que podría provocar que la nave explotara, pero, afortunadamente, lograron llegar a salvo.
Poco más de tres meses llevaba en tierra africana cuando conocimos que tropas sudafricanas habían cruzado la frontera sur de Angola y se internaban hacia el interior de ese territorio con el apoyo de la Unita, refiere.
Enfatiza que se trataba de una fuerza arrolladora y el imperativo era pararla. Cuando llegaron ya el enemigo había destruido un puente estratégico y bombardeado la pista de la terminal aérea. Eso hacía más difícil el acceso al lugar y el apoyo de la aviación. “Pero lo logramos”.
Allí viví los días más difíciles de mi vida —dice con la emoción a punto de las lágrimas—, vi caer a tantos compañeros... Bajo fuego atroz rescatábamos heridos, mutilados y cadáveres... Perdí a tantos hermanos entrañables.... Todavía hoy me cuesta mucho hablar sobre esas jornadas, confiesa a duras penas en tanto trata de recuperarse de los tantos sentimientos y recuerdos que lo embargan.
Me siento orgulloso de haber participado en la batalla de Cuito Cuanavale. La experiencia de la guerra en Angola no la cambiaría porque me marcó. Me hizo mejor soldado, mejor hombre, mejor persona y le aseguro que si hoy tuviera que volver a poner en alto el nombre de mi país en una misión internacionalista, igual que la primera vez, no lo dudaría, afirma con especial brillo en la mirada.