Al inicio de la guerra de 1895, España envió a la Isla como Capitán General a Arsenio Martínez Campos al frente de un refuerzo de miles de soldados armados con el modernísimo fusil máuser.
Campos llegó a Cuba con el propósito encomendado por la península de llevar adelante una política de doble vía, para que desde el poder de la superioridad bélica impusiera la claudicación a los mambises y los obligara a aceptar supuestas condiciones generosas para la pacificación de la nación, como lo hizo en 1878.
Pero el experimentado general solo cosechó frustraciones al no alcanzar la iniciativa estratégica frente al Ejército Libertador, y sufrir fracaso tras fracaso en el campo de batalla hasta que la derrota en la Batalla de Mal Tiempo, el 15 de diciembre de 1895, puso punto final a su mando a menos de un año de iniciado.
En julio de ese año el Lugarteniente General Antonio Maceo libró la Batalla de Peralejo cerca de Bayamo y derrotó a las tropas colonialistas que tuvieron alrededor de mil 150 bajas, entre muertos y heridos, y el propio general Martínez Campos, que dirigía personalmente sus tropas, tuvo que ser evacuado del campo de batalla arrastrado en una manta para impedir que cayera prisionero del Titán de Bronce.
El 16 de septiembre en la Asamblea de Jimaguayú se proclamó una nueva Constitución mambisa y se eligió como presidente a Salvador Cisneros Betancourt.
Ese era el panorama que imperaba en el escenario político militar de la Isla cuando en la mañana del 15 de diciembre el capitán español Orosio Sánchez desde su posición en la llanura de Mal Tiempo, cerca del poblado cienfueguero de Cruces, divisó la caballería mambisa y los malos presentimientos hicieron presa de él al contemplar a sus inexpertos soldados que dirigiría en el inminente combate.
Eran jóvenes campesinos denominados quintos, muchos de ellos analfabetos, quienes fueron sacados de sus aldeas para convertirlos en improvisados soldados que manejaban con torpeza los fusiles, cuya longitud sacaba dos palmos a la estatura de casi todos por ser bajos de peso y talla.
Sánchez desenvainó su sable por última vez en su vida y ordenó establecer la defensa en cuadro cerrado a su compañía, la cual esgrimía las bayonetas caladas de los nuevos fusiles máuser modelo 1893, cuyo volumen de fuego era de más de 10 disparos por minuto.
El resto de las fuerzas españolas, compuestas principalmente por el batallón de Canarias, conformaron el mismo sistema defensivo, lo cual parecía que impediría a los cubanos el uso de la carga al machete como en la Guerra de 1868.
Los mambises que se aproximaban a las líneas hispanas eran del contingente invasor, integrado por unos dos mil hombres bajo la dirección del Generalísimo Máximo Gómez y el Lugarteniente General Antonio Maceo, quienes habían salido de Mangos de Baraguá el 22 de octubre para llevar la tea incendiaria hasta Pinar del Río y destruir la base económica de la metrópoli en Cuba.
El mando peninsular enfrentó ese plan enviando alrededor de 10 mil hombres a la zona de Cienfuegos -Cruces y Mal Tiempo con la misión de liquidar la invasión o por lo menos debilitarla.
Para Gómez y Maceo el plan de batalla era simple y claro, cada jefe tenía la orden de cargar sin dilaciones al machete contra las tropas hispanas y no darles tiempo a organizar la defensa de los mencionados cuadros, ni en líneas de tiradores.
Los dos legendarios mambises se abalanzaron con alrededor de 250 jinetes contra las formaciones ibéricas erizadas de bayonetas, que fueron arrolladas al dejar entrar la caballería en su perímetro defensivo, convirtiéndose los dispersos soldados en fáciles blancos del machete de los insurrectos, bajo el cual cerca de 200 sucumbieron, entre ellos alrededor de siete oficiales; mientras más de 100 efectivos fueron heridos.
Como botín ocuparon 150 fusiles máuser, 60 remington, municiones, y gran parte de los abastecimientos, banderas y archivos de las tropas derrotadas.
El valiente capitán español Orosio Sánchez y buena parte de su compañía fueron los primeros en demostrar con sus vidas que fue fatal el exagerado optimismo por el nuevo fusil y la añejada táctica de los generales españoles de la formación en cuadro, utilizada desde el siglo XVI.
Como colofón a la victoria las huestes mambisas atacaron con éxito un tren enviado en medio de la refriega con tropas para reforzar a las unidades colonialistas, las cuales resultaron diezmadas en poco más de tres horas de combate.
La victoria mambisa de Mal Tiempo hizo posible la entrada victoriosa de la invasión en el centro y el occidente del país, como lo habían planificado Gómez y Maceo y constituyó un golpe desmoralizador para España que, en lo adelante, le fue casi imposible mantener la producción azucarera en la Isla al extenderse la guerra a todo el país.
En enero de 1896, el general Martínez Campos fue sustituido y partió a España derrotado política y militarmente, pero antes demostró que su benevolencia y tendencia al diálogo era solo una forma de profesar su ferviente colonialismo.
Fue él quien propuso para sustituirlo al general Valeriano Weyler, del que reconoció que era el único capaz de aplicar las medidas más crueles que consideró necesarias para salvaguardar el dominio de España y no se equivocó.