El 18 de junio de 1926 falleció en La Habana, a los 77 años, el patriota cubano Carlos Benigno Baliño López, cumplida una vida animada por las plenitudes del combate incansable por la libertad de su nación y los ideales revolucionarios de la clase obrera y el marxismo del que fuera fundador en este terruño.
A 98 años de su deceso debido a causas naturales, quien fuera conocido simplemente como Carlos Baliño dentro del patrimonio histórico nacional, sigue plasmando como nadie el enlace entre generaciones de revolucionarios e idearios políticos fraguados en las luchas políticas y emancipadoras de los siglos XIX y XX. Su estandarte de combate todavía flamea e inspira.
El poblado occidental de Guanajay vio nacer el 13 de febrero de 1848 al hombre que fundó junto a José Martí el Partido Revolucionario Cubano, alma y fuerza motriz de la nueva campaña por la independencia, que iniciaría en la Isla a partir del 24 de febrero de 1895.
Creció su valía histórica con la participación en la fundación del primer Partido Comunista de Cuba en 1925, junto al joven Julio Antonio Mella, otro de los integrantes del panteón de héroes nacionales.
Baliño empezó la actividad política marxista en los años 80 del siglo XIX cuando era obrero tabaquero en Tampa, Estados Unidos, y más adelante también se afilió al leninismo y plantó credenciales como consecuente antimperialista.
José Martí, el Héroe Nacional Cubano, calificó su alma como hermosa y tuvo toda la razón pues en él se resumía un acendrado soldado mambí, sabedor de que la emancipación de la clase trabajadora dependería en gran medida de la libertad de todos, y en un momento crucial había elegido preconizar esa lucha.
También fue innegable que su apego a la Patria se había forjado desde el hogar, con el ejemplo de un padre combativo.
Fueron más que evidentes sus intereses por la actividad intelectual y un notable afán por adquirir conocimientos en el propio Guanajay, donde siguió estudios de teneduría, arquitectura y más tarde en la Academia de pintura San Alejandro, de La Habana, sin terminarlos, coincidiendo ello en una etapa en la que publicó artículos y poemas en los periódicos de su localidad El Fénix, El Alacrán y La Crítica.
Tras varios intentos de encontrar trabajo fijo en la capital, viajó a probar suerte en Cayo Hueso, Tampa, Nueva York y Nueva Orleans, Estados Unidos.
El oficio de tabaquero forjó, además, al futuro combatiente marxista y comunista, pues conoció en carne propia los vericuetos de la explotación burguesa y la plusvalía. Comenzó pronto sus prédicas socialistas, en las que se empeñaba de todo corazón cuando se encontró e hizo relación con el Maestro, en aquellos escenarios efervescentes.
Como hizo José Martí, mantuvo en secreto un consecuente antianexionismo y antimperialismo.
Escribió al patriota Rafael Serra, en carta de 6 de octubre de 1894: “Yo sé que usted defenderá la República de Cuba, independiente y soberana, y que hará guerra sin cuartel a la idea anexionista, que si se realizara, pondría a las clases desheredadas de Cuba, los productores, bajo la férrea planta de la plutocracia americana”.
Con el triunfo de la Gran Revolución de Octubre en la Rusia de 1917, renace en Baliño la confianza en la justeza del ideario socialista y trabaja por organizar las agrupaciones comunistas dispersas, en un solo partido.
Junto a Mella primero funda la Liga Antimperialista, sección cubana dentro de la cual es uno de los miembros que más aporta . En plena dictadura del tirano Gerardo Machado creó más adelante el Partido Comunista, a pesar de que era sujeto de una fuerte persecución al igual que el resto de sus compañeros. Ser comunista significaba la muerte en el machadato.
Ya en la vejez venerable, sus camaradas de lucha empleaban con admiración el calificativo de “El viejo roble” para referirse a ese cubano ejemplar y a la vez modesto y sencillo, como son los hombres forjados por el trabajo y una causa noble por la que se está dispuesto a todo. Hoy, desde el recuerdo, saber sobre su vida ratifica esa imagen poética. Honor a quien honor merece.