Desde sus exteriores el Centro Médico Psicopedagógico Provincial Reparador de Sueños, en funcionamiento en la ciudad de Sancti Spíritus desde 1991, muestra quietud; sin embargo, la realidad despierta cuando cruzas la puerta de la institución.
La pulcritud del piso, las paredes, los techos y un ajetreo permanente en cada local acompañan la vida de los casi 120 pacientes con diversas discapacidades que allí conviven, al amparo de un colectivo laboral que vela por su salud y hace hasta lo imposible por animarlos.
Bien lo sabe Gustavo Carbonell Rodríguez, hombre al que le han salido canas en la institución y sufre, como el resto de sus compañeros, las carencias materiales que les impiden un mejor desempeño.
Comentó a la Agencia Cubana de Noticias que no es difícil encontrar un escenario o quehacer de la instalación donde las limitaciones del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto hace más de seis décadas por el gobierno de los Estados Unidos, no estén presentes; lo que más nos afecta es la falta de medicamentos específicos para las patologías y los enfermos que atendemos, resaltó.
Poco a poco va revelando “otras heridas” por la misma causa: en el mobiliario, en los colchones y en el avituallamiento, en sentido general, en los medios y equipos.
Pero aquí tampoco estamos para lamentos, aseguró, aunque duela el cerco estadounidense contra Cuba, somos un equipo desvelado e incansable porque cada problema tenga una respuesta, una solución.
Muy cerca del escenario del diálogo está la enfermería, sitio de ángeles vestidas de blanco y que desprende mucha sensibilidad y compromiso, confesó Rosa Amor Martín, responsable del equipo de trabajo.
Respondemos a las carencias con entrega total, sobre todo, para que los pacientes reciban el medicamento o el tratamiento indicado, y cuando alguno escasea, como suele suceder en medio de la compleja realidad que vive Cuba, entre la doctora y nosotros buscamos las alternativas sin descanso, aseveró.
Eso incluye desde el uso de la Medicina Natural y Tradicional hasta las gestiones donde sea necesario para complementar los fármacos deficitarios, porque a pesar de tener ciertas prioridades en la distribución, aseguró, las dificultades del país para acceder a ellos nos golpea mucho.
Nos falta lo que hoy escasea también en un hospital, en un policlínico, en una consulta, mas nos sobra lo que ningún bloqueo puede frenar, y me refiero al amor por la profesión, el compromiso por la salud y la vida de estas personas y una entrega sin límites, sentenció esta entrevistada con orgullo por su colectivo que aflora en cada palabra o gesto.
Estas virtudes brotan igualmente desde los escenarios donde instructores de arte, trabajadores sociales, logopedas y otros especialistas regalan a sus pacientes las más diversas manifestaciones del arte, reparten alegría y, a la vez, multiplican las energías positivas con impensables guitarras, pianos, maracas y, ante todo, mucha dedicación.
Y ello provoca ciertos latidos en el alma de Isbel Zayas Obregón, la Licenciada en Enfermería que no dudó un día tomar las riendas del centro, con la certeza de que nunca estaría sola.
El sentido de pertenencia, el humanismo y la solidaridad aquí son tan fuertes que las limitaciones derivadas del cerco económico del gobierno de Washington nunca nos pondrán de rodillas ni nos convertirán en seres quejosos, puntualizó mientras teléfono en mano, junto a varios trabajadores, gestiona la solución de los equipos de lavandería, dañados por los años de explotación y la imposibilidad de reponerlos.
Reveló Isbel que si lo necesario para una solución está en los hogares, quien lo tenga, lo trae, o si por una situación hay que sumar horas de trabajo, se hace sin miramientos, porque nuestra máxima es hacer que estos pacientes sientan la atención que merecen, acotó.
A esto se suma el apoyo de entidades y organismos que, en gesto de solidaridad y entrega incondicional, comparten lo suyo con la institución, y por esa vía nos llegan muchas cosas imprescindibles, como los artículos de aseo, destacó.
Con su mirada señaló igualmente el huerto, sitio donde los cultivos señorean para mejorar la alimentación, al tiempo que le brota una sonrisa, cuando observa en el gimnasio fisioterapéutico a Anisley, la rehabilitadora, seguir de cerca la ejercitación de Tony sobre su bicicleta, el mismo joven que minutos antes era el Polo Montañez del centro, micrófono en mano, alegrando a los demás