Desintegrar a las tropas mambisas, proyecto neocolonial

Compartir

ACN - Cuba
Jorge Wejebe Cobo | Foto: Archivo
171
25 Mayo 2024

El 27 de mayo de 1899 y hasta julio de ese año en las principales ciudades y pueblos de Cuba acudieron a los ayuntamientos o locales preparados al efecto filas de oficiales y soldados mambises, que por última vez empuñaban sus machetes y armas de fuego pero en esa ocasión para entregarlas y recibir un estipendio de 75 pesos por combatiente y algo más por oficiales, de acuerdo con el proceso de desmovilización del Ejército Libertador en curso.

  Ese  trueque de armas por dinero era parte de una componenda de la dirección estadounidense, sus autoridades interventoras y traidores en las filas revolucionarias para liquidar todos los órganos representativos del movimiento independentista que siempre desconocieron: Primero, en diciembre de 1898  fue disuelto el Partido Revolucionario Cubano  por un plumazo del  anexionista  y futuro presidente de la seudorrepública Tomás Estrada Palma, y poco después  la Asamblea de Representantes tuvo igual fin.

   El Ejército Libertador, que enfrentó y derrotó a una de las más poderosas y aguerridas fuerzas armadas europeas que los multiplicaban en  hombres y recursos, era el último y más temido obstáculo para el proyecto neocolonialista por lo cual debían actuar con cautela.

  Sin embargo, aquellos combatientes que comenzaban a entregar sus pertrechos no aceptaron en su mayoría seguir el guión establecido y de más de 70 mil licenciados entregaron sus armas de fuego 17 mil 164, según  reflejó el informe elevado por el general cubano Domingo Méndez Capote, secretario de Estado y Gobernación del gobierno interventor a John R. Brooke, recogido en Historia Militar de Cuba tomo 1. Casa Editora Verde Olivo.

  Como hecho simbólico del movimiento campesino armado contra los latifundistas y la guardia rural de los años treinta en la zona de Realengo 18, se conoce que algunos de sus participantes empuñaron viejos fusiles, probablemente los mismos que les fueron escamoteados a los interventores 30 años antes y que mambises de la zona conservaron con celo.

  Además el gobierno interventor tuvo que acceder, en las conversaciones previas para el licenciamiento, a que las armas fueran depositadas en alcaldías o ayuntamientos dirigidos por autoridades cubanas, la inmensa mayoría oficiales mambises en condición de botín de guerra, ya que por los independentistas se rechazó la propuesta de que fueran confiscadas por el ejército estadounidense como era la intención.

  También los estrategas yanquis trataron de evitar mayores contradicciones en Cuba, pues su capacidad de respuesta militar estaba muy comprometida para enfrentar cualquier contingencia armada en la Isla, ya que al otro lado del mundo en Filipinas, otra colonia española invadida durante la guerra, donde no obstante derrotar la escuadra ibérica  y expulsar a sus tropas colonialistas el ejército expedicionario estadounidense   se enfrascó en una especie de Viet Nam del siglo XIX entre 1898 y 1902, en el que tuvieron 4 mil 200 muertos por la dura resistencia de los patriotas.

  De todas formas los yanquis no dejaron de aplicar una emboscada política contra el Ejército Libertador, como lo describe en su Diario de campaña a finales de agosto de 1898 el Generalísimo Máximo Gómez al señalar que, por la prohibición del gobierno interventor de entrar en pueblos y ciudades, los soldados y oficiales mambises se encontraban al borde de la hambruna, al permanecer por los campos subsistiendo con las limosnas de hacendados .
 Una de las pistas documentales de  esa ingrata política  se encuentra en la propuesta al presidente estadounidense  William McKinley, de su primo  Chass Allison quien consideraba un gran error entregar provisiones a los mambises porque ”mientras tuvieran alimentos no se disolverían, sino que estarían  holgazaneando , amenazando  a la gente  que quieren trabajar  y comenzar  sus plantaciones ”

  Pero la que sería la más completa operación de  guerra psicológica, o de poder suave como se calificaría en la actualidad,  para la disolución del ejército independentista se realizaría en 1898 y 1899 por  representantes del gobierno de la Unión que estimularon e indujeron las diferencias entre el General en Jefe del Ejército Libertador Máximo Gómez y la Asamblea de Representantes , al aceptar el primero la propuesta del enviado de la Casa Blanca, Robert Porter, de donar tres millones de dólares para el licenciamiento de las tropas mambisas  que no endeudarían la futura república.

Mientras la Asamblea de Representantes, institución heredera de la República en Armas, pretendía lograr sin éxito  un empréstito autorizado por la administración norteamericana para igual fin, con lo que perseguían el reconocimiento de ese gobierno, a lo que siempre la Casa Blanca se negó .

  Estas contradicciones entre Gómez y la Asamblea fueron  reflejadas al máximo por la prensa amarillista de la época y corresponsales que profundizaron los antagonismos de ambas partes y los ataques contra el viejo general que llegaron a destituirlo como jefe, lo que fue repudiado por el pueblo de forma masiva y provocó también la propia auto disolución de esa institución, con lo cual era inevitable que se aplicara el plan del gobierno interventor para desintegrar el  Ejército Libertador.