Una decisión soberana del gobierno del pueblo en el poder proclamó al 30 de julio como el Día de los Mártires de la Revolución, durante el primer acto nacional conmemorativo de los asaltos a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo, en homenaje a todos los caídos por la libertad y en especial a Frank País García y a Raúl Pujol Arencibia, asesinados vilmente en 1957 en la fecha establecida para la veneración.
“Es Santiago de Cuba, no os asombréis de nada”, así describió para la memoria sagrada el poeta Manuel Navarro Luna la gran conmoción, dolor y cólera despertados ante el horrendo crimen que segó las vidas de Frank, jefe de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio, con solo 22 años; junto a su compañero de lucha en el afamado Callejón del Muro, ultimados cerca de la casa del segundo citado, donde se habían refugiado por la persecución del tirano.
Colosal y llena de coraje fue la manifestación popular en que se convirtió el sepelio de ambos revolucionarios, el 31 de julio y así la ciudadanía santiaguera, en nombre de toda la nación, mostró su fuerza sin un ápice de miedo, dando la cara y el pecho a las armas que les apuntaban en esquinas y plazas de las calles recorridas en desafiante marea humana.
En esa fecha del asesinato de Frank País, joven lleno de luz, heroico, es muy válido el homenaje de los cubanos a la totalidad de sus compatriotas inmolados por la independencia, la libertad y los ideales de justicia social desde los inicios de las contiendas libertarias el 10 de octubre de 1868, cuando comenzó la única y vasta Revolución cubana.
Un mes antes su hermano Josué, de solo 19 años, murió masacrado en otro crimen de la dictadura en unión de dos compañeros de causa.
Con el apelativo de guerra de David, Frank era miembro de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio, fundado en 1955 por Fidel antes de partir al exilio. Dirigía el frente de Acción y Sabotaje, responsabilidad que lo hacía desplegar una actividad incesante, arriesgada y sin cuidarse un ápice, por toda la ciudad.
No se había detenido aún cuando desde los sucesos del alzamiento del 30 de noviembre de 1956, organizado por él en apoyo al desembarco del yate Granma, fuera encarcelado y juzgado. Al salir de la prisión estaba fichado y fuertemente vigilado por los esbirros de Fulgencio Batista, que cometían crímenes sin cesar por toda Cuba.
Luego buscó la manera de encontrarse con Fidel Castro en la Sierra Maestra en febrero de ese año y no cesó en el trabajo organizativo para enviar hombres, armas y medicamentos con destino a la lucha armada iniciada en la cadena montañosa.
Ejerció como maestro luego de graduarse en la Escuela Normal de Santiago de Cuba. Era de cuna muy humilde e hijo de dos modestos emigrados españoles de Galicia. El padre, pastor protestante, y la madre, resultó el horcón de la familia con la muerte temprana del progenitor.
Martiano convencido, militó desde la adolescencia en diversas organizaciones estudiantiles de la enseñanza media, en las que tuvo un papel destacado en pos de lo justo.
Noble, serio, y al mismo tiempo muy alegre, se identificaba con las formas usuales de diversiones juveniles como la música, fiestas, y se dedicaba a las artes plásticas de manera aficionada.
Su patriotismo se robusteció a partir del golpe de estado perpetrado por Batista en 1952, y además su trabajo como profesor en el colegio El Salvador.
En 1954, año de su graduación, funda la Acción Revolucionaria Oriental (ARO), junto a Pepito Tey y otros amigos, ya con el objetivo de asumir la lucha armada como método de combate.
Al tener conocimiento de la creación del M-26-7, se pone en contacto con Fidel y solicita su pertenencia a la nueva organización. La ARO dirigida por él se suma al nuevo organismo. No caben dudas de su gran sentido del momento histórico y de su evolución política en permanente maduración.
Raúl Pujol vino al mundo el 2 de diciembre de 1918 en Palma Soriano, cercano a Santiago. Desde joven se trasladó a vivir en la antigua capital de la provincia de Oriente.
En su terruño pudo hacerse dueño de una pequeña ferretería, trabajando con denuedo, la cual puso luego casi totalmente al servicio de la causa, que abrazó a muy temprana edad. Era también militante vertical, dispuesto a todo y muy osado.
El día del asesinato de ambos, Frank había estado refugiado en la casa de Raúl, cerca de ese sitio, pero una delación puso a los sicarios en la pista de los revolucionarios y sus agentes comenzaron a registrar las viviendas de la barriada. Raúl se enteró de la inspección, estando fuera. Avisó a su compañero y convino con él en verse pronto, para salir de la zona. Demasiado tarde.
Iban caminando tratando de no ser identificados cuando fueron interceptados, reconocidos por un antiguo condiscípulo de Frank, en ese momento casquito, y ultimados vilmente en plena calle.
Fidel Castro, desde las montañas de la Sierra Maestra, condenó la barbarie y se refirió al extraordinario valor del legendario Frank País.
Recordarlos hoy de manera especial, junto a la legión de compatriotas también inolvidables, es un deber y un honor que los buenos cubanos cumplirán siempre.