El 19 de noviembre se conmemora el aniversario 90 del fallecimiento en La Habana del eminente pedagogo cubano Enrique José Varona (1849-1933) , camagüeyano por nacimiento, intelectual marcador de su impronta en la política, la filosofía y quien fuera un patriota entero, admirado por José Martí.
Su lamentable deceso se produjo poco después de la caída del tirano Gerardo Machado, hecho al que no estaba ajeno el hombre recto y concienzudo que era Varona, reconocido como Maestro de Juventudes por una generación de bisoños y entusiastas luchadores por la justicia de aquella etapa.
En los últimos años de su vida, casi octogenario, proyectaba una crítica afilada y muy corajuda a los males sociales de la república amañada impuesta a Cuba, que no contenía en cuanto al dictador.
A esas alturas no ocultaba su verticalidad antimperialista, nacida en él al comprobar la verdadera esencia e intenciones del gobierno de Estados Unidos para con la Isla, pocos años después de la intervención.
Ciertamente, la evolución de su conciencia política fue como un lento proceso de maduración, incluso matizado por contradicciones, propias tal vez de una mentalidad brillante que había establecido presupuestos filosóficos iniciales.
Sin embargo, actuó siempre con una pureza de ideales y honradez, dignas de los cubanos de mayor valía. Y también se transformó por decisión propia, mostrando aún más su grandeza.
Fue compleja la preparación ideológica de este hombre de tantas luces, dedicado con pasión a la pedagogía nacional, en la cual su huella sobresale de manera excepcional.
Los contemporáneos de Varona siempre lo pudieron ver como ciudadano y maestro incorruptible y principista hasta su muerte.
En criterio del intelectual revolucionario y político Carlos Rafael Rodríguez, sus virtudes morales lo hicieron entroncar y ser reconocido por la generación de impetuosos muchachos combatientes universitarios, cuando él hacía rato peinaba canas.
Dicen que en esa sinergia ya no importaba tanto que algunas de sus ideas hubieran sido superadas por la vida de aquellos años convulsos de renacimiento del combate nacional. Supo establecer una hermosa conexión entre su profunda e inmensa sabiduría y los afanes urgentes de los atrevidos pinos nuevos. Aquello fue real e inspirador.
Y es que Enrique José Varona había tenido una profunda formación humanista, prácticamente desde su niñez, en la ciudad de Santa María del Puerto del Príncipe, hoy Camagüey, donde vino al mundo el 13 de abril de 1849.
Luego venció el bachillerato en la urbe de Matanzas y en La Habana obtuvo los títulos de Licenciado y de Doctor en Filosofía y Letras.
Fue en La Habana de alrededor de 1880 donde presentó sus muy famosas “Conferencias filosóficas sobre Lógica, Psicología y Moral”. Resultó electo diputado a Cortes por Camagüey en 1884, si bien nunca pudo ocupar su silla por llegar con retraso a la metrópoli.
Colaboró con José Martí en el periódico Patria, fundado en 1892 por el Héroe Nacional durante el exilio en Nueva York, Estados Unidos. Allí se había radicado Varona, donde tuvo una actitud de adhesión y colaboración con la causa libertaria y la campaña armada en preparación. Después de la caída en combate de José Martí, Varona pasó a dirigir la publicación.
El esfuerzo por reformar el sistema educativo cubano heredado de la etapa colonial, estuvo guiando siempre su accionar y esto lo hizo de manera tan consecuente que se le considera jalón entre los intelectuales de la Isla más influyentes desde fines del siglo XIX y hasta la primera mitad del XX.
Puso en práctica ideas de avanzada para abrir las puertas de la enseñanza a diversos sectores sociales, sobre la educación en general en sus esencias más integrales y humanistas y sobre los derechos de la mujer.
Para hacer realidad lo anterior, en 1899 el destacado intelectual aceptó el cargo de Secretario de Instrucción Pública y comenzó a trabajar en lo que se llamó El Plan Varona. También laboraba como profesor universitario, escribía ensayos y divulgaba sus ideas filosóficas.
Hacia 1906, con la segunda intervención de EE.UU., se dio cuenta claramente de cuál era el verdadero destino de Cuba en manos del poderoso vecino y rectificó, como hacía con vergüenza y dignidad cada vez que se creyó equivocado.
Varona publicó libros de poesía y ensayo, a los que sumó numerosos artículos periodísticos. Figuró en la membresía de la Academia Nacional de Artes y Letras, de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, y de la Sociedad Antropológica de Cuba, de la cual fue presidente.
No puede obviarse recordar que fue Catedrático Honorario de la Universidad de La Habana y Presidente de Honor de la Academia de la Historia de Cuba.
Luego decidió reincorporarse a la política y fundó el Partido Conservador, el cual presidió. Acompañó como vicepresidente al Mayor General Mario García Menocal durante su primer mandato como Presidente de la República de Cuba (1913-1917).
Debido a su uso generoso de la crítica llegaron a acusarlo de pesimista, pasividad o falta de fe en los cambios. El contacto con los jóvenes que luchaban por justicia y un mundo mejor, a quienes exhortó a ponerse a la altura del futuro que alboreaba, desmiente en esencia tales criterios.
Maestro de Juventudes ayer, hoy se visualiza y se siente el gran pedagogo y humanista, el patriota de siempre Enrique José Varona. El tiempo de los sabios generosos nunca pasa, pues tiene verdades esenciales que transmitir.