José Armando Fernández Salazar| Foto: Yaciel Peña de la Peña
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28 Abril 2014

Profesora (I) y estudiante (D) de la escuela de conducta Alberto Arcos Luque, centro que tiene el propósito de contribuir a la formación adecuada de niños y adolescentes que han tenido problemas de conducta en la vida social, en el ambiente familiar y en las escuelas, en Las Tunas, Cuba, el 23 de abril de 2014. AIN FOTO/Yaciel PEÑA DE LA PEÑANo hay tristeza en la mirada de estos niños, pero allá, en el fondo de sus ojos, se puede encontrar cierta melancolía que se resiste a morir en el olvido.
   Algunos llevan más de cinco años de estudios en la escuela de conducta Alberto Arcos Luque, de Las Tunas, adonde llegaron, en su mayoría, procedentes de entornos disfuncionales, en los que la violencia y la falta de atención provocaron desinterés por el estudio y otros trastornos del aprendizaje y el comportamiento.
   Al principio estaba asustada, pero al poco tiempo me di cuenta de que era una escuela muy buena, porque me ayudó a ser mejor persona, dice Arletys Núñez, quien desde hace un año forma parte de la matrícula del centro educativo.
   Arletys llegó con un historial de comportamiento violento y problemas para concentrarse en los estudios,  pero luego de aplicar técnicas de trabajo educativo, comenzó a evolucionar y esperamos que se reincorpore pronto a la sociedad, explica Ana Miriam Bience, una de las profesoras de la "Arcos Luque".
 
PROPOSITOS: EDUCAR, FORMAR, RESCATAR...
 
   Fundado a inicios de la década de 1980, el centro tiene el propósito de contribuir la formación adecuada de niños y adolescentes que han tenido problemas de conducta en la vida social, en el ambiente familiar y en las escuelas, para lo cual cuenta con los aseguramientos materiales necesarios.
   Aulas, talleres de manualidades, laboratorios de computación, huerto escolar, área deportiva y teatro se convierten en escenarios para la formación de valores.
   En la institución laboran especialistas con una alta calificación, quienes realizan un análisis psicológico y social de los estudiantes, para elaborar una estrategia de respuestas educativas, según las potencialidades, limitaciones y necesidades de cada uno, agrega Bience.
   Además de recibir las clases del plan de estudios de la enseñanza general, los alumnos participan en actividades deportivas, culturales y de formación vocacional; y contribuyen a la evaluación sistemática de su comportamiento, precisa Rolando Estrada, subdirector administrativo del plantel.
   William Leyva, lleva allí más de 20 años de faena, y considera que la relación con la familia y la comunidad es imprescindible para obtener resultados a largo plazo.
   Cuando se gradúan nuestros estudiantes generalmente se reincorporan con éxito a la vida social y profesional, pero hay casos en los que se vuelven reincidentes porque la familia y la comunidad no lo apoyan, en aras de superar sus problemas conductuales, afirma el también Máster en Ciencias.
   “He tenido vivencias de muchachos que no quieren salir de pase y prefieren quedarse los fines de semana en la escuela, porque aquí se sienten amparados y queridos”, dice.
   Las dos décadas de experiencia en este tipo de educación le han mostrado a Leyva que un maestro debe ir más allá de la enseñanza de las materias y preocuparse e investigar sobre el ambiente que rodea a sus educandos.
   “Creo que en la actualidad los profesores precisan una mejor preparación en ese sentido: educar es más que enseñar a leer o sumar y restar, implica escuchar a los estudiantes, estar al tanto de su higiene, elevar su autoestima y estimular sus aspiraciones”, opina el avezado docente.
   A juicio de su colega Ana Miriam, muchas veces problemas de comportamiento que aparecen en edades tempranas se convierten en trastornos de la conducta por estas carencias del trabajo pedagógico, y luego aparecen los tabúes sobre lo que significan las escuelas especiales.
   “La "Arcos Luque" posee una capacidad para 250 alumnos y en la actualidad la matrícula apenas es de 27 y cada año desciende más, a pesar de que hay niños y adolescentes que necesitan de este tipo de enseñanza especial”, señala la especialista.
   “Mi familia se quedó llorando el día que entré por primera vez a este centro docente, pero cuando salí en el primer pase les conté cómo era todo y ahora saben que es muy buena”, asegura Arlettys.
   A la inquieta adolescente le gusta cocinar y espera graduarse de técnico medio en una especialidad afín con esta actividad. Ha hecho muy buenas amistades, quizás para toda la vida, y agradece todo el cariño y consideración de sus instructores.
   En su mirada hay optimismo, pero a veces queda callada y triste mientras recuerda una etapa de su vida que no debe volver a repetirse.