Fe del Valle en la fe y memoria de su pueblo

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ACN - Cuba
Marta Gómez Ferrals | Foto: Archivo
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11 Abril 2024

Conmemorar la muerte de la inolvidable Fe del Valle, ocurrida el 13 de abril de 1961 a consecuencias de un hecho atroz provocado por la contrarrevolución y la CIA, mantiene invicta la fuerza que el simbolismo implícito de su nombre siempre provoca en los cubanos.

   Y es una nueva oportunidad de repetir la denuncia militante y nunca acallada de un pueblo ante un acto terrorista, perpetrado al comienzo de una vorágine de acciones similares nunca suspendidas por el enemigo, ante el pecado capital de haber conquistado su libertad y llevar a cabo un proyecto propio de justicia social.

   Ese día de marras fue literalmente consumida por las llamas la tienda por departamentos El Encanto, de La Habana, objetivo esa vez de una acción organizada y sustentada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el gobierno de Estados Unidos.

   Ni entonces ni hoy restan dudas de que fue el resultado de un incendio intencional muy bien urdido, en el cual perdió la vida la trabajadora antes mencionada. A 63 años de la tragedia aún estremece el dolor por el crimen y la infamia.

   Según datos publicados en aquel momento, verificados con rigor, se evidenció que el atentado criminal en una de las mayores tiendas de su tipo en el país no era un hecho aislado, aunque sí el único de esa envergadura que logró concretarse en la capital.

   El plan de destruir “El Encanto” a cualquier costo era parte del proyecto nombrado Operación Pluto, dedicado a crear un clima favorable para la invasión mercenaria a Playa Girón que empezaría el 17 de abril de 1961, y en la que el pueblo cubano finalmente saldría victorioso.

   La presencia y fallecimiento de la ejemplar Fe del Valle, fue si se quiere casual, pero algo así era una posibilidad más que cierta que amenazaba a cualquier inocente, y al enemigo y sus acólitos ello le ha parecido siempre un daño colateral necesario.

   Sus compañeros sabían que ella cumplía con los dictados de su conciencia cuando trató de salvar los fondos destinados a centros infantiles, y se expuso demasiado a los peligros del fuego desatado que la llevaron a la muerte, en tanto los demás trabajadores se habían evacuado a una zona más segura.

   Testimonios de personas presentes en el siniestro que avanzó velozmente, rememoraron y valoraron la valentía de Fe, quien no quería que se perdiera el dinero y allí quedó atrapada, sin poder salir, mientras sus compañeros ignoraban lo que había hecho. Tal vez no les avisó porque seguramente creyó que podía hacer la acción sola y con relativa rapidez. La grandeza de su entrega la ha definido como heroína del pueblo.

   Era una mujer de cuna modesta y vio la luz el primero de agosto de 1917 en la localidad central de Remedios, antigua provincia Las Villas, donde llegó a estudiar hasta el primer año de bachillerato esta joven apodada cariñosamente Lula.

   Como su familia luchaba por la sobrevivencia en tiempos de la dictadura de Gerardo Machado, ella decide marchar a la capital con solo 17 años, en busca de  mejores horizontes para su vida. Tenía esa edad cuando empezó a trabajar como aprendiz en la confección de sombreros.

   Luego laboró como dependienta en la gran tienda Fin de Siglo, algo que la preparó para su entrada posterior a “El Encanto”, en un tiempo en el cual ya participaba en la lucha urbana contra la tiranía de Fulgencio Batista.

   Colaboró activamente en la infructuosa fundación de un sindicato. Por igual, se mostraba muy responsable, eficiente y diestra en su trabajo, y fue designada jefa de un departamento.

   No solo se distinguía por su inclinación a las ideas justas y solidarias, pues era de carácter muy afable esa mujer sencilla y natural. Eso la hizo ganar simpatías y el aprecio de sus subordinados y compañeros.

   Desde 1938 estaba casada con un militante comunista, una  relación que fortaleció sus principios y contribuyó a que abrazara plenamente la causa del socialismo.

   Por aquellos tiempos del bárbaro atentado trascendió que tal acción era parte de la encubierta Operación Pluto, la cual autorizó el presidente John F. Kennedy e incluía sabotajes, acciones de las bandas de alzados en el campo y de organizaciones contrarrevolucionarias en las ciudades, asesinatos de revolucionarios…

   No fue un hecho fortuito o improvisado. Expertos de la CIA utilizaron petacas rellenadas con explosivos de origen sintético, cuyo volumen cabía con exactitud subrepticiamente en las cajetillas de cigarros Edén, muy vendidas en esa época. Serían entonces muy fáciles de colocar de manera “casual” en los sitios señalados.

   Con puntillosidad en los meses previos a la invasión entraron a Cuba en secreto por vía aérea y marítima unas 75 toneladas de explosivos y 46,5 de armas y otros medios destinados a terroristas urbanos y bandas de alzados en zonas de la Sierra del Escambray (Guamuhaya).

   Sin embargo, los revolucionarios y patriotas cubanos oponían a la perversidad enemiga una vigorosa, aunque bisoña, seguridad cubana que luchaba con heroísmo en condiciones de desventaja, pero anotándose sorprendentes éxitos.

   En el hecho terrorista causante del siniestro en El Encanto resultó identificado y apresado Antonio Veciana, uno de los líderes del Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP), quien declaró que su organización había reclutado para el sabotaje a un empleado de la tienda que colocó los artefactos en varios pisos y los activó a las 6:00 p.m. después de cerrar el establecimiento.

   El ejecutor solo había pedido que le aseguraran la fuga del país, rumbo a la tierra del tío Sam, por vía marítima. No pudo realizar su sueño, pues la justicia revolucionaria llegó a tiempo. Lo detuvieron mientras esperaba ser recogido en el litoral de la playa Baracoa, al oeste de la capital.

   Sin pelos en la lengua ese personaje identificó enseguida a quienes lo contrataron y reveló todos los detalles del plan. Así de sencillo, aunque lamentablemente el abominable acto no pudo ser evitado a tiempo y una trabajadora abnegada como Fe se nos fuera tan temprano, de manera salvaje.

   Recordar su patriotismo y sacrificio, y denunciar al terrorismo en todas sus manifestaciones sigue siendo un deber de los cubanos de hoy, a tantos años del vil suceso. No faltaremos.