La recuperación de la especie arbórea que marcó la toponimia del asentamiento humano y posee especial significación para el adecuado funcionamiento y la resiliencia del ecosistema, se plantea como desafío para los pobladores de Júcaro y gestores del proyecto internacional Mi Costa, en el sur de la provincia Ciego de Ávila.
En reciente expedición para examinar el estado de la biodiversidad en el segmento del humedal sur avileño, donde interviene la referida iniciativa global que promueve la adaptación al cambio climático, la Doctora en Ciencias Ramona Oviedo Prieto, curadora naturalista superior del Herbario Nacional de Cuba, enfatizó el valor histórico y ecológico de rescatar el árbol identificativo de los jucareños.
Esa variedad evoca el punto focal con el que los marinos distinguían el puerto desde el mar, asociándolo a un árbol de júcaro que se hallaba en el lugar, por lo cual el asentamiento humano fundado en 1843 adoptó ese nombre.
Desde el punto de vista económico, es un árbol reconocido por su calidad y fortaleza, apropiado para construcciones que exigen materiales duraderos, por tanto, se relaciona con el ferrocarril de la emblemática fortaleza militar española denominada Trocha de Júcaro a Morón, con estructura que enlazaba dos puntos de embarque de las costas sur y norte, el último reconocido como San Fernando, según la información disponible en la enciclopedia colaborativa EcuRed.
También su madera se vincula a edificaciones creadas en ambientes costeros para actividades portuarias y el desarrollo de la industria pesquera, estrechamente relacionadas con el surgimiento y progreso social en esa comunidad.
Oviedo Prieto, reconocida en el mundo científico como experta en botánica, precisó a los habitantes de la localidad el valor ecológico de esa especie arbórea, con funciones esenciales como el control de la erosión en los bordes de los ríos, canales y zanjas, propiedades melíferas y la condición de planta hospedera de epífitas.
El júcaro, al estar conformado por ramas horizontales distribuidas en diferentes niveles, también es apropiado para el desarrollo de numerosos ejemplares de la fauna.
Es un árbol emblemático que se ha perdido y vale la pena rescatar, al igual que la palma cana, el hicaco, el bagá, el guamá y otros calificados como especies bandera dentro de los humedales. En el caso del guamá, resulta útil a los campesinos para confeccionar sogas rústicas y sus flores son muy atractivas, mientras el hicaco y el bagá proporcionan alimentos a los seres humanos y animales, explicó la experta.
La restauración de la flora coadyuvará a devolver la riqueza de la fauna nativa, usualmente constituida por mariposas, aves y reptiles que viven asociados a esas y otras plantas, precisó.
Son especies vegetales que, además, favorecerán la capacidad de respuesta del ecosistema ante el cambio climático pues al ser originarias de esos entornos están genéticamente preparadas para afrontar las situaciones adversas que puedan suscitarse.
En las lecciones transmitidas por Ramona en fructífero diálogo con pobladores de Júcaro, ellos valoraron la sabiduría y experiencia acumulada durante más de medio siglo dedicado a la botánica. Pero, sobre todo, los lugareños se mostraron convencidos de la importancia del árbol que los identifica y de la restauración total del ecosistema como garantía de resiliencia climática.