A 109 años del nacimiento de Juan Manuel Márquez, el 3 de julio de 1915, renace con fuerza la imagen del periodista y combatiente cubano, segundo al mando de la expedición del yate Granma, caído al recomenzar la última carga emancipadora en las estribaciones de la Sierra Maestra, en un paraje muy alejado de su Santa Fe natal, comunidad costera de la capital cubana.
En el momento de su muerte heroica- ocurrida el 15 de diciembre de 1956-, a los 41 años, era el integrante más longevo del grupo de hombres osados que habían llegado a Cuba formando la expedición encabezada por Fidel Castro, la cual había arribado a la ladera suroeste de la provincia de Oriente, con el fin de internarse y luchar desde la cadena montañosa al frente de un ejército popular, que debería crecer y así ocurrió.
Periodista de profesión, una condición que enaltece al gremio al que perteneció o más bien militó durante su vida, comenzó siendo adolescente su vocación irredenta por las causas justas, desplegando siempre todas sus energías en la batalla del pensamiento político y el ejercicio del criterio, firme en la denuncia y los reclamos.
Ello le costó prisión, golpizas y persecuciones, también amenazas en múltiples oportunidades, algo que nunca lo hizo cambiar su rumbo.
De modo que se estrenó en los combates revolucionarios contra la tiranía del dictador Gerardo Machado, sátrapa que en los años 30 hundió a la Isla en el hambre y el terror, al servicio incondicional de sus intereses y el de una potencia extranjera.
En consecuencia, Juan Manuel Márquez fue perseguido y encarcelado, primero en el Castillo del Príncipe, y más adelante en el tenebroso Presidio Modelo de Isla de Pinos.
Desde sus años mozos integró el Ala Izquierda Estudiantil y la Hermandad de Jóvenes Cubanos, organizaciones muy marcadas en su ideario por el primer Partido Comunista, fundado a mediados de la década del 20 por Julio Antonio Mella y Carlos Baliño.
Ocupó durante varios años la presidencia de la Asociación de Estudiantes del Instituto de Marianao, lo que le hizo ganar reconocido liderazgo y su accionar incluyó la labor como Concejal y presidente de la Asamblea del Partido del Pueblo Cubano en el municipio.
Puntualizar el papel del periodismo en su existencia no es una formalidad, si se tiene en cuenta que era más que un medio de expresión o de sustento para él, formando parte del entramado ideológico y de la ética de quien fue forjado en fuertes sentimientos patrióticos y aprecio por la palabra y la comunicación.
Todo indicaba que en Juan Manuel siempre se aunaron con gran coherencia la acción, el ímpetu del luchador y el pensamiento incisivo y hondo.
De modo que, empezando por la prensa escrita, que jamás abandonó, más adelante llevó sus combates y el ejercicio de la profesión hacia los espacios radiales con gran eficacia, poniendo el dedo en la llaga de las injusticias, crímenes y corrupción que matizaban a los gobiernos neocoloniales de entonces.
Quien de estudiante fuera defensor de la justicia pudo trabajar luego consecuentemente en el periódico municipal El Sol, contra Machado. Desde sus páginas alertó sobre la posible influencia funesta en el país del antiguo sargento Fulgencio Batista, vertiginosamente convertido en coronel, a pesar de ser “un aventurero vendido a las peores causas”.
Cuando en los años 40 ya utilizaba el éter radial, comenzó a ganar espacios en la popular emisora COCO y alcanzó gran audiencia en sus apariciones en el programa Vergüenza contra dinero.
Siempre tuvo gran fe en el poder de movilización y formador de conciencias de la prensa; por eso tal vez hubo una electrizante e inmediata coincidencia de principios y de empeños comunes entre él y el joven abogado Fidel Castro, cuando se conocieron.
Recién liberado del presidio político junto a sus compañeros moncadistas, en la medianía de 1955 Fidel se preparaba para seguir luchando. El también incansable Juan Manuel Márquez había recibido una terrible golpiza por parte de los casquitos, que lo mandaría al hospital adonde el primero fue a visitarlo y conocerlo.
Memorable resultó aquel encuentro, devenido reunión política y estratégica, pues a partir de entonces todo se hizo más viable para crear rápidamente el Movimiento Nacional 26 de Julio, del cual Juan Manuel sería el segundo dirigente, y de continuar la lucha, de manera irremediable por el camino armado, hasta realizar los objetivos de la única revolución Cubana.
El líder vio la estrella en la frente de Márquez y el espíritu combativo esculpido por el fogueo valiente desde muy temprano en su vida, algo muy valioso en un hombre aún joven, con mucho que enseñar.
Testimonios llegados al presente confirmaron que Juan Manuel nunca perdió su fuerza de voluntad y entereza, en medio de las salvajes torturas que le infligieron antes de matarlo.
Fue un cubano patriota, un hombre noble lleno de virtudes, periodista modélico y martiano convencido hasta la médula. Por eso tenía el don de poder avanzar y recomenzar en múltiples ocasiones y decirnos como el poeta que el tiempo joven no muere, solo se aleja en la distancia… (Marta Gómez Ferrals, ACN)