El 24 de agosto de 1879 estalló en Cuba una nueva contienda libertaria, la llamada Guerra Chiquita, expresión de la firme voluntad patriótica de guerreros mambises de seguir luchando por la libertad con las armas en la mano, no conformes con el final de oprobio que impusiera el año anterior el Pacto del Zanjón a la Guerra de los Diez Años ( 1868-1878).
La honra de los mejores cubanos había sido salvada el 15 de marzo de 1878 con la Protesta de Baraguá, protagonizada por el Lugarteniente General Antonio Maceo, opuesta de manera tajante a la deposición de las armas independentistas.
Pero la Revolución de Yara se encontraba en realidad herida de muerte por razones también internas, además de las externas, al cabo de 10 años de combates devastadores a las alturas de 1878, de modo que ni aun el coraje, ni la dignidad pudieron entonces salvar la continuidad de la campaña. Pero permaneció la voluntad de la recuperación y la perseverancia, bajo las condiciones de dispersión y persecución impuestas por España.
El comienzo de la Guerra Chiquita, dirigida desde el exilio por el General Calixto García, mostró que el espíritu de Baraguá animaba a la causa noble de los libertarios, aunque ciertamente todavía no se habían superado muchos de los motivos que minaron la unidad y fortaleza de ese movimiento, lastrado por caudillismos regionales, la fuerza ganada por el anexionismo, intrigas imperdonables y crecientes manifestaciones de racismo.
Aquel 24 de agosto de nuevos clarines mambises indudablemente levantó la moral en tiempos en que los opresores creían abatida la resonancia de la histórica Protesta de Baraguá, y fueron sorprendidos pues pensaban que los isleños habían aprendido la lección.
El General Calixto García, al frente del Comité Revolucionario fundado por él en Estados Unidos, estaba al mando de la nueva contienda mientras se aprestaba para incorporarse a sus combates, a los que solo pudo llegar en mayo de 1880, pero poco pudo hacer debido a la desorganización en el campo insurrecto y las profundas debilidades internas.
Por supuesto que también colaboraron, desde Jamaica, el General Antonio Maceo así como otros insurrectos en la emigración, y coincidentemente desde Cuba estaba apoyando el joven de 27 años José Martí, junto a Juan Gualberto Gómez, desarrollando una actividad política y movilizadora que luego les sirviera a ambos para preparar la contienda de 1895.
La Guerra Chiquita convocó además a José Antonio Aguilera en la región occidental de Cuba; y Guillermón Moncada, José Maceo y Quintín Banderas en la zona oriental, entre otros sobresalientes primeros combatientes.
Sin embargo, las autoridades lograron apresar a los conspiradores revolucionarios Flor Crombet, Pedro Martínez Freire, Mayía Rodríguez, Pablo Beola y Silverio del Prado, delatados por un espía hispano que penetró el movimiento.
En septiembre también fueron apresados José Martí y Juan Gualberto Gómez, y deportados a España, algo que golpeó al alzamiento en Occidente.
Pero el 24 de agosto de 1879 tomaron las armas en Holguín patriotas dirigidos por el Brigadier Belisario Grave de Peralta, seguidos dos días después por los santiagueros, con Guillermón Moncada y los coroneles José y Rafael Maceo y Quintín Banderas, en tanto en Baracoa, extremo oriental, sonaron los clarines de combate.
Varios focos de lucha se abrieron en el centro, en la región de Las Villas, comandados por el Coronel Francisco Carrillo y el Brigadier Ángel Maestre.
Y mientras sobre el terreno se aguardaba el arribo del Titán de Bronce, a quien se le impusieron obstáculos dictados por los prejuicios de algunos jefes mambises con el criterio de que su presencia favorecería a las guerras de razas que hacía España contra los sublevados.
Un elemento nuevo apareció con la fundación del Partido Autonomista, surgido tras el Pacto del Zanjón, desde el cual se ejecutó una activa campaña condenatoria contra la contienda esgrimiendo, además del racismo, la imposibilidad del país de ir a otro enfrentamiento por el estado de destrucción de la riqueza nacional en la recién culminada Guerra de los Diez Años. Esto influyó mucho a la hora de minar la unidad y firmeza de los connacionales.
Esta razón llevó a Calixto García a deponer las armas en agosto de 1880, acto que también cumplieron más adelante los restantes jefes rebeldes, dando por concluido este intento independentista.
Como dijimos, para José Martí fue una etapa aleccionadora. Logró escapar de su segunda deportación a España y se dirigió a los EE.UU, desde donde se unió al Comité Revolucionario, con el cargo de segundo del General Calixto García.
Se dedicó a conocer de primera mano, con fuentes autorizadas, las causas del fin de la primera contienda libertaria y llegó a conclusiones muy certeras, que le sirvieron en su desempeño como tenaz revolucionario y en su preparación política.
Pudiéramos añadir que la experiencia de la Guerra Chiquita, aunque muy breve y sin alcanzar los objetivos, le sirvió de escuela, hablando en lenguaje actual, al futuro Apóstol de la independencia cubana, y él se nutrió al pie de la lucha, al lado de muchos valiosos padres fundadores.
Las plataformas del Partido Revolucionario Cubano y del periódico Patria, fundados muchos años después bajo su égida en los planes de la Guerra Necesaria bebieron de la sabiduría de aquella experiencia vivida por Martí, entre otras acciones realizadas en su vida fructífera.
Los patriotas cubanos mostraron con la Guerra Chiquita que nunca renunciarían a luchar por la independencia, siempre, hasta conseguirla. (Marta Gómez Ferrals, ACN)