Quizás porque sus padres esclavos se sacrificaron para que él viniera al mundo con la condición de ser humano libre, el patriota y periodista Juan Gualberto Gómez (1854-1933) dedicó su vida a crecer como ciudadano en el bien y a luchar todo el tiempo contra el colonialismo por la emancipación de su tierra.
A 92 años de su fallecimiento en La Habana, el 5 de marzo de 1933, se le divisa en el panteón de los héroes no solo como soldado libertario, también como periodista brillante, de ideas políticas de gran coherencia con los postulados de la Revolución iniciada en Demajagua con la Guerra de los Diez Años.
Su máxima contribución pudo darla por razones de edad a la Guerra Necesaria, la última campaña independentista organizada por José Martí desde el exilio, de quien fuera amigo entrañable y colaborador.
Nació en Matanzas, el 12 de julio de 1854 en la propiedad de una señora muy adinerada, quien en lo adelante se encargó de garantizar su libertad en condiciones de bienestar y de que recibiera una instrucción de mayor nivel posible para un niño y adolescente cuya piel era negra.
Su trayectoria por la vida puede ser mirada como ejemplo tenaz de integridad y superación, pues de seguro no pudo evadir obstáculos de envergadura debido a su origen y condición social.
Si algo destaca en su ruta sin dudar es el mérito de haber ganado la confianza de José Martí, cuando lo designó organizador de los preparativos de la contienda de 1895, iniciada el 24 de febrero. No solo bastaba ser afín a la causa, había que ser valiente y honrado, trabajador infatigable para cumplir la misión.
Ingresó en 1892 a las filas del Partido Revolucionario Cubano, fundado por Martí, también trabajó dentro de la Asamblea Constituyente en la preparación de la primera Carta Magna finalizada en 1901, y desde entonces comenzó a llamar la atención de sus compañeros como defensor de la libertad y la soberanía de la nueva Cuba con derecho a nacer.
Provenía del ejercicio de un periodismo apegado a la militancia y a la verticalidad, inspirado por los dictados de su conciencia a partir de 1877. Un oficio en el que fue soldado y articulista de filo y profundidad, labor para la cual estaba capacitado por su nivel de instrucción que pudo ampliar en Francia.
¿Cómo un hijo de esclavos de la colonia se convirtió en ese intelectual brillante, al mismo tiempo fiel y coherente con su origen de clase?
Cierto era que el ama de sus padres, con su humanismo, resultó importante en su educación, pero Juan Gualberto venía de una estirpe, proveniente de sus progenitores que amaba la libertad por sobre todo, y más allá del hecho emancipatorio consideraba decisiva la condición jurídica y moral de la soberanía de un pueblo o nación, esa que le permitiría ser dueño de su destino.
El joven creció, luchó y se hizo un hombre culto y de bien también por la entrega de sus padres, quienes compraron su libertad desde el vientre materno, y gracias a su propia voluntad y constancia, que parecían ser de hierro.
Muy temprano se identificó de lleno con el pensamiento independentista y después del fin de la Guerra de los Diez Años, ocurrido en 1878, es deportado a España al descubrirse sus vínculos con los conspiradores de la Guerra Chiquita.
Ya tenía en su haber la fundación en 1879 del periódico La Fraternidad, publicación que deja de salir con su partida forzosa. Solo en 1890 pudo retornar y se dedica a hacer más fuertes los lazos con El Maestro, quien pensaba permanentemente en la continuidad de la Revolución cubana.
Desde el exilio Martí ya contactaba a compatriotas diseminados por Estados Unidos, Centroamérica y Cuba para organizar con abnegación la última insurrección anticolonialista.
Pese a los esfuerzos de Juan Gualberto, cuando llegó la hora de iniciar la campaña en todo el país, el alzamiento del 24 de febrero de 1895 en Matanzas resultó un fracaso. No así en el Oriente, donde operaba con las últimas fuerzas físicas el grande Guillermón Moncada.
Comprometido hasta la savia con la causa, fue perseguido y capturado nuevamente, por lo que debió viajar de vuelta a Francia.
Tras el fin de la dominación española en 1898 pasa a Estados Unidos, donde coopera con el Partido Revolucionario Cubano y en ese mismo año regresa a la Patria de manera definitiva.
Debido a su valiente y honrosa trayectoria resultó electo delegado a la Asamblea de Representantes de la Revolución Cubana, abierta el 24 de octubre de 1898. En esta se desempeñó como vocal hasta junio de 1899.
Acompañó al Mayor General Calixto García a Washington, en 1898, e integró la comisión que gestionaría el reconocimiento a la Asamblea y los fondos necesarios para el licenciamiento del Ejército Libertador.
Es designado el 15 de septiembre de 1900 delegado por Oriente a la Asamblea Constituyente, en la cual se opuso radicalmente, sin tregua, a la Enmienda Platt, impuesta finalmente.
Su verticalismo y valentía política fueron más allá. En tiempos de la segunda intervención militar norteamericana (1906-1909) integró la Comisión Consultiva, ocupó escaños en la Cámara de Representantes (1914-1917) y en el Senado (1917-1925).
El quehacer sin descanso no le impidió ejercer el periodismo militante que lo caracterizó. Fue un incansable organizador de campañas por los derechos de sus hermanos de piel negra y mestizos. También era conocido como analítico, incisivo y culto orador político a favor de toda causa justa.