El 10 de mayo de 1869 las tropas españolas dirigidas por el Conde de Valmaseda tomaban el poblado de Guáimaro, pero los mambises repitieron el ejemplo de Bayamo y lo quemaron hasta los cimientos antes que entregarlo al enemigo.
Era mucho el significado adquirido para la Revolución por ese territorio del Camagüey, liberado desde el alzamiento de la región el 4 de noviembre de 1868, para dejar que el enemigo volviera a imponer su régimen atroz a sus predios intactos.
La ciudad debe su nombre a una palabra aborigen que describe a un árbol autóctono, donde existió una aldea india destruida por los conquistadores españoles.
Su ubicación estratégica para el tránsito y el comercio de Camagüey con el vecino departamento oriental, actualmente provincia Las Tunas, y la vocación libertaria de sus hijos influirían en su destacado rol durante las guerras de independencia.
Un mes antes de la quema, del 10 al 12 de abril de 1869, sesionó el Gobierno de la República en Armas y allí nació la Primera Constitución cubana en reunión cumbre de los patriotas alzados en armas en Oriente, Camagüey y Las Villas, que acordaron que la Carta Magna fuera redactada por Ignacio Agramonte y Antonio Zambrana, la cual designó a Carlos Manuel de Céspedes como nuestro primer presidente.
Además se adoptó como himno oficial el compuesto en Bayamo por Perucho Figueredo, entre otros acuerdos. Pero mientras los cubanos daban una organización superior al alzamiento independentista, las tropas hispanas avanzaron sobre el pueblo de Guáimaro para destruir la capital de la Revolución, que durante esos días radicó en esa comarca.
Ante la inminente llegada del enemigo la orden del General Manuel de Quesada al gobernador civil de Guáimaro no admitía segundas interpretaciones: “… pondrá usted fuego al pueblo que se halla bajo su gobierno, de manera que no quede piedra sobre piedra.” Era preferible que ardiera antes de dejarla en manos de los españoles.
Ana Betancourt, quien proclamó los derechos de la mujer y fue testigo del incendio, escribiría : “Todo mi ser se conmueve al recuerdo de aquella noche, noche terrible en que se oían por todas partes el rumor de las llamas y el ruido que producen los techos y puertas al caer para ser devoradas por las llamas”.
José Martí dijo después sobre el gesto sublime:
“Ni las madres lloraron, ni los hombres vacilaron, ni el flojo corazón se puso a ver cómo caían los cedros y caobas. Con sus manos prendieron la corona de hogueras a la santa ciudad, y cuando cerró la noche, se reflejaba en el cielo el sacrificio. Ardía, rugía, silbaba el fuego grande y puro; en la casa de la Constitución ardía más alto y bello.”
La quema de Guáimaro como la de Bayamo realizada por voluntad de sus pobladores heroicos, iluminó el largo y difícil camino de nuestras gestas de independencia y es legado que acompaña a las actuales generaciones de patriotas cubanos.