Claudia Laura Rodríguez Zaldivar | Fotos: Juan Pablo Carreras (ACN)
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17 Octubre 2024
17 Octubre 2024
hace 1 mes
Con la experticia que le han dado cinco décadas, manos ágiles y brillantes por la grasa y ojos claros en los que deslumbra una voluntad arrolladora, José Ramón Ricardo Sarmiento devuelve la utilidad pasada a todo lo que toca, como un médico que retorna a la salud a un paciente desesperanzado.
Si milagro puede denominarse a aquello que se hace a pesar de que parece imposible, entonces su trabajo consiste en obrar prodigios y esa es la idea que comparten todos los que laboran en la UEB Ómnibus Urbanos Holguín, donde lleva 42 años desempeñándose como mecánico de bombas de inyección diésel, componente esencial para el funcionamiento de vehículos.
Mientras conversa una energía nerviosa lo impulsa a continuar en movimiento, batallando con eficacia contra el aceite que abunda en sus manos y trata, sin lograrlo, de opacar la pulcritud de su entorno de trabajo, el cual, comenta, forma parte de quién es, ligado a su ser a base de amor por la profesión que aprendiera siendo tan solo un joven.
Algo de educador hay en José, que más que hablar, instruye con la pericia de aquel sapiente de lo hecho, y describe, con el cariño que se tiene a lo que en el pasado queda, cada reto enfrentado en la reparación de estos agregados, difíciles de adquirir en el actual contexto por las crueles medidas del bloqueo, comercial y financiero de Estados Unidos contra Cuba.
"Aunque siempre ha habido que hacer uso de la creatividad para solucionar apuros ante las dificultades con la entrada de suministros, en los últimos años la compra de piezas de repuesto ha disminuido y la improvisación se ha vuelto herramienta fundamental.
"En ocasiones he tenido que crear dispositivos para limitar los reguladores de combustible cuando causan alto gasto, sustituir émbolos de un tipo por otros similares o adaptar pistones a una bomba de un modelo diferente, todo con el fin de solucionar un problema que de otra manera paralizaría el vehículo".
No hay timidez en su voz cuando conversa sobre el oficio que ha ejercido la mayor parte de su vida, ni vanagloria, ni orgullo en las palabras acerca de lo aportado y aún aporta, algo que solo pocos, los agradecidos por dedicarse a lo que verdaderamente aman, se atreven a intentar.
"Comencé a trabajar en el sector en 1969, cuando tenía 22 años; había terminado el Servicio Militar y para mí fue un sueño cumplido el incorporarme a un curso de formación de mecánicos de motores Belier, donde estuve más de 13 años en la reparación de medios de gran envergadura como motoniveladoras, camiones y buldóceres.
"Luego, en el 82, me incorporé a esta empresa y aquí sigo. Por mis manos han pasado incontables motores de tantas marcas distintas que me es imposible recordarlas todas; desde los antiguos Fiat hasta los más recientes ómnibus Diana, he restaurado de todo con persistencia e inventiva.
"En la actualidad, una de las cosas que más me afecta es la rotura del motor del banco de comprobación, para lo cual debo hacer las inspecciones a mano, generando la resolución de energía requerida, aunque esta alternativa ralentiza el proceso, obliga a ser más concienzudo con cada paso y, por tanto, eleva la calidad de la reparación.
"Algunos equipos y partes son más difíciles de sustituir, como las probetas para la revisión del mecanismo, de las cuales hay varias rotas y el alambre empleado en el enrollado, solo aparece en el mercado exterior a precios desorbitantes. Aun así, no he dejado de realizarlo con el doble de esfuerzo y ganas que tendría si dispusiera de todo".
El transporte es uno de los sectores más afectados por el bloqueo económico, comercial y financiero desde hace más de 60 años, que establece restricciones en la concesión de créditos, la adquisición de componentes norteamericanos y encarece los costos al tener que obtenerlos de terceros países.
Según Osmani Oro, jefe de taller de la UEB, resulta esta actividad la que mayor impacto recibe de esa política hostil, provocadora de la carencia de neumáticos, baterías o electrodos para el adecuado mantenimiento de los medios, situación ante la cual personas como José Ramón parecen blandir una fuerza titánica capaz de sortear obstáculos.
Para este último, la felicidad y el bienestar residen en embadurnarse las manos de grasa y ponerse a trabajar, ante lo que expresa: "Todos se preocupan porque tengo 78 años, pero continuar aquí me hace sentir joven. Esto es mi vida, y si hubiera otra después de esta, seguro que volvería a ser mecánico de bombas de inyección. Fue mi sueño desde el primer día y lo será hasta el último".
José Ramón solo tiene un miedo: alejarse un día de las cuatro paredes entre las que ha escrito gran parte de su historia, donde sudor, sangre, lágrimas y grasa han dejado una huella patente. Aunque ha obtenido el premio a la Obra de la Vida, este se queda pequeño para alguien que ha hecho tantos milagros. (Claudia Laura Rodríguez Zaldivar, ACN)