Con frecuencia sacudidas por fuertes vientos que remueven y dispersan las arenas finas y de color crema-amarillo, las dunas de Loma del Puerto, elevadas hasta 15 metros (m) sobre el nivel del mar, clasifican como las segundas más altas del Caribe Insular, solo superadas por las de Playa Pilar, reconocidas con la categoría de Elemento Natural Destacado.
Ubicado en el sector norte del ecosistema priorizado Reserva Ecológica Centro y Oeste de Cayo Coco, perteneciente al Archipiélago Jardines del Rey, la protección de ese hábitat se presenta como un desafío frente a eventos hidrometeorológicos extremos, los efectos del cambio climático y el accionar humano, por tanto, gran parte de los esfuerzos están dirigidos a preservar la vegetación autóctona, con raíces que fijan las arenas a los gigantescos montículos.
La Empresa Provincial de Flora y Fauna de Ciego de Ávila, administradora de la referida área protegida, tiene en “Loma del Puerto” uno de los principales objetos de conservación e insiste de forma constante, con la ayuda de especialistas de la Delegación Territorial del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, en la capacitación de los hombres y mujeres a cargo de resguardar ese tesoro natural.
Esas elevaciones constituyen una de las ventajas competitivas del destino turístico Jardines del Rey, valorado por sus hermosos balnearios con aguas verdeazules, el confort de las instalaciones y la excelencia del servicio —cualidades que lo sitúan como segundo destino de sol y playa en Cuba, y entre los más prominentes de la región caribeña—; sin embargo, el entorno es el que marca la diferencia.
Un sendero, extendido a lo largo de mil 500 metros, conduce hasta los vistosos montículos de arena, en recorrido de mediana complejidad, propuesto por la Agencia de Viajes Ecotur S.A para transitar a pie y con tiempo programado de una hora y 15 minutos, con posibilidades para que los visitantes aprecien los valores paisajísticos, la flora y fauna silvestres, en particular la avifauna, reconocida entre los atractivos fundamentales de esos dominios.
Donde parece terminar el camino surge una pasarela que posibilita el acceso hasta el punto más alto, sin necesidad de desplazarse directamente por encima de la duna, lo que garantiza el cuidado de esas estructuras y la vegetación que las resguarda.
El esfuerzo para ascender hasta el mirador, posicionado a 15 m sobre el nivel del mar, resulta recompensado con una de las más sorprendentes vistas del polo. Dirigida la observación hacia el sur es posible contemplar un sistema de lagunas interiores ubicadas de forma paralela a la costa, con poca profundidad que le concede un alto valor estético y condiciones apropiadas para la proliferación de una rica y variada avifauna.
También es posible apreciar antiguos cursos de agua, con una flora peculiar en la que sobresalen la yana (Conocarpus erecta L) y abundan diferentes especies de animales. A lo lejos se descubren atractivos balnearios e instalaciones hoteleras que permiten a viajeros de diferentes latitudes establecerse para disfrutar de las bondades del clima y un entorno paradisíaco.
Un giro para observar en sentido contrario, propicia el contacto visual con las montañas de arena sobre las cuales prevalece la huella del mar, impulsado por fuertes vientos, sobre todo los provenientes de huracanes. La vista se pierde en la inmensidad del océano, que desde la orilla hasta las profundidades varía los colores entre verde y azul, en tanto, la mirada intenta saber cuál se presenta más atractivo, hasta perderse en el lejano horizonte, sin posibilidades de marcar los límites entre las saladas aguas y el cielo.
Al pie de las gigantescas estructuras se ubica Playa Prohibida, sitio preferido para apreciar una magnífica puesta de sol, no pocas veces elegida como momento para estrechar lazos de amor, regalar un beso, tomarse las manos, leer un poema, tomar unas fotografías, disfrutar de exquisitas ofertas en el ranchón cercano o, simplemente, permanecer para contemplar la caída del Astro Rey y alimentar el espíritu con la perfección de ese espectáculo, que por repetido no deja de ser sorprendente.
En el último lustro, como resultado de acciones efectuadas tras el paso del Huracán Irma (en 2017), el ecosistema dunar ha mejorado su estado de conservación, de manera que ofrece garantías para desarrollar numerosas actividades, con plena conciencia de la relación de interdependencia entre turismo y naturaleza.
Al margen de la obligatoriedad de cumplir lo dispuesto en el Decreto-Ley 77/2023 “De Costas” y la Ley 150/2023 “Del Sistema de los Recursos Naturales y el Medio Ambiente” —por citar solo dos normativas—, la sostenibilidad se mantiene como premisa para preservar los valores naturales, devenidos en motivación principal y preferencia de múltiples viajeros que eligen Jardines del Rey por sus potencialidades para el ecoturismo.