Oscar y una lección de unidad y solidaridad (+Fotos y Video)

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ACN - Cuba
Yamilka Álvarez Ramos | Foto: Lorenzo Crespo Silveira
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26 Diciembre 2024

    Cuando el huracán Oscar no había afectado aún a los cuatro municipios guantanameros en los cuales provocó cuantiosos daños, ya Marvelis Matos y su familia, vecinos del barrio Los Pinos, en el Consejo Popular Jesús Lores, de Imías, comenzaban a sentir las primeras “ráfagas” de solidaridad.

   Residente en una zona tradicionalmente de inundaciones, esta trabajadora de Higiene, luego de recogerlo todo en su casa, se refugió en una vivienda cercana donde le brindaron abrigo, hasta que pasó lo peor y eso fue su hogar de toda una vida totalmente destruido.

 

 Unos amigos nos ofrecieron un cuarto para acomodarnos y ahí fuimos recibiendo toda la ayuda de mis compañeros de trabajo y de otros allegados de la familia que nunca habíamos imaginado: algunos llevaron ropas, otros un plato, vasos, cucharas, alimentos, de casi todo compartieron con nosotros, tanto que no sé cómo agradecerles, cuenta al pie de la casa nueva que recibirá en estos días.

  Pero la de Marvelis es una de las tantas historias de generosidad y desprendimiento vividas con la devastación de Oscar en Guantánamo, donde más de 12 mil viviendas fueron afectadas, o lo que es igual, esa misma cantidad de familias resultaron impactadas de una forma u otra, muchas lo perdieron todo o casi todo, algunas por la fuerza de los vientos y las más, por inundaciones nunca antes vistas en San Antonio del Sur e Imías.

   Todavía llovía sobre esa parte del país y Gerardo Hernández Nordelo, coordinador nacional de los Comités de Defensa de la Revolución, lanzó una convocatoria para ayudar a los damnificados, la cual se tradujo en potente huracán solidario de un extremo a otro del país y comenzaron a llegar donativos populares de los cubanos para los hermanos de Oriente y también de los amigos y organizaciones internacionales.

   En las horas aciagas posteriores al paso del ciclón, otro más fuerte de gente que vino de todas partes inundó las calles y las casas llenas de fango en San Antonio del Sur, donde al desastre material se sumó el dolor por la muerte de siete de sus hijos.

   Un ejército de hombres y mujeres uniformados, combatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y el Ministerio del Interior, se codearon con los vecinos en sus viviendas y en los centros estatales, paleando el lodo, sumados a las difíciles tareas de limpieza y de salvar junto a la gente, lo que quedó tras el torrente de agua.

   Esa misma fuerza armada, horas después, estableció un puente aéreo para llevar alimentos a Imías, cuyas vías terrestres quedaron interrumpidas, desbaratadas por las inundaciones y en sus carros especializados llegaron hasta Explanada de Duaba, la única forma de subir esos caminos, ya de por sí difíciles y con el ciclón, mucho más.

   Oscar nos dejó otra lección de unidad y solidaridad, esos valores que hemos tejido los cubanos a lo largo de nuestra historia, ante ciclones y todo tipo de adversidades.

   Así lo evidenciaron las muestras de afecto y humanismo, como la de la joven periodista de Baracoa Claudia Rafela Ortiz Alba, su hermana Siannah y el esposo, Roberto, más otros amigos como Reymer, imiense que lo perdió casi todo, pero quería ayudar; Yamilé, una médico; Clau, neurocirujana que llevaba pegado al pecho el teléfono mientras repartía los insumos, por si la llamaban de momento para operar; Roberto, Javier, Hamel, Abel, Cris, Miguel Alejandro.

   Ellos articularon la recaudación de dinero para puntos de comida gratuita a escasas horas del paso de Oscar, en lugares a veces muy apartados, de San Antonio del Sur, Imías, Baracoa y Maisí, y en cajitas de refresco instantáneo reutilizadas para envasar arroz, escribieron mensajes de aliento a las personas que los recibirían: "Cuídate mucho"; "Descansa"; "Fuerza"; "Todo va a estar bien"; "Un abrazo"; "Sonríe" o "Bendiciones". 

    O como Osmel Díaz Boloy, que recogió todo lo que pudo entre sus vecinos, familiares y amigos, muchos de ellos guantanameros residentes en el exterior, quienes donaron generosamente dinero, avituallamiento, comida y se fueron al lugar del desastre mayor, San Antonio del Sur y caminando llegaron bien adentro, durmieron como pudieron, aliviaron penas, cumplió su promesa con aquel desconocido que vio en redes sociales y le entregó uno de sus juegos de mono deportivo favorito.

   También los actores económicos priva­dos se sumaron para compartir lo que se tiene, ya de por sí un noble gesto y recuerdo entonces a Yamilé Omar Martínez, dueña de un Restaurante, el Don Omar; los del Bar Cafetería Downtown; El Estocolmo; la Iglesia y sus diferentes denominaciones, atentos no solo a sus fieles, sino a la comunidad toda.

   Hubo mucha gente que a riesgo de su propia vida salvaron las de otros, desde los medios especializados de las FAR y el Minint, hasta aquellos vecinos rescatistas de Oquendo, que no vacilaron en tirarse a las aguas turbulentas para sacar a Rosa de su casa, a los niños que amanecieron encima de un techo y a muchas más personas. 

 Los trabajadores de la Salud y su esfuerzo por devolver la vitalidad a los servicios médicos e improvisar otros esenciales donde fuera posible y sanar las heridas del cuerpo, los jóvenes levantando las piedras de las casas casi sepultadas por los deslaves, las brigadas de la construcción, los eléctricos reponiendo torres, postes, transformadores, y los artistas, que sanaron el alma.

   

Llegaron constructores, trabaja­dores hidráulicos y de las comu­nicaciones y en un mes ya casi todas las carreteras estaban arregladas, los acueductos volvieron a cobrar vida, mientras las familias, en casi 72 horas, pudieron saber de los suyos a través del teléfono.

   Ahora el panorama es otro, tanto esfuerzo, amor y solidaridad valieron la pena, poco a poco van cerrando las heridas, aunque algunas tardarán más que otras y no todo está resuelto aún, porque es difícil, y Marvelis llora cuando recuerda, agradece tanto apoyo, de todo el mundo, frente a la casa nueva en la que recomenzará, en unas horas, su nueva vida.