La república cubana nació en 1902 regida por la denominada Enmienda Platt, elaborada por el senador estadounidense Orville H. Platt, que otorgaba derecho a ese país a intervenir, a supervisar el comercio y la política exterior de Cuba y a tener bases militares en las principales bahías.
En 1903 para dar mayor fuerza legal a esas exigencias se impuso el llamado Tratado Permanente de Relaciones, que además ratificaba el designio de que Isla de Pinos pasara al estado norteño.
Este acuerdo se preveía en una de las cláusulas de la Enmienda Platt que especificaba: “… para mayor seguridad en lo futuro, el Gobierno de Cuba insertará las anteriores disposiciones en un Tratado Permanente con los Estados Unidos”.
El documento elaborado en Washington fue secundado con gran entusiasmo por Tomás Estrada Palma, primer presidente cubano y anexionista sin fe en su pueblo, y de esa forma se aprobaría por ambos gobiernos el 22 de mayo de 1903 bajo la condición de que solo podía ser modificado por mutuo acuerdo de las partes, sobre todo del poderoso vecino.
Además con la firma podía la Constitución ser cambiada o derogada pero el Estado Cubano tendría la obligación de mantener el derecho de Estados Unidos a intervenir siempre que considerase en peligro sus bienes y propiedades, y la garantía de poseer bases navales y carboneras en territorio nacional.
De esta forma aseguraba el control yanqui sobre Cuba y estableció “la coyunda insoportable de la Enmienda Platt”, al decir del destacado periodista de la época, Manuel Márquez Sterling.
Pero lo que no pudieron calcular los promotores de la Enmienda Platt fue el sentido patriótico y de resistencia del pueblo cubano, opuesto a mantener por siempre las condiciones imperialistas en el país.
En 1934, a pesar de haberse mediatizado el auge revolucionario que siguió a la caída del dictador Gerardo Machado y la instauración de la dictadura del jefe del Ejército, Fulgencio Batista, con un títere en la presidencia, Carlos Mendieta, no se pudo desdeñar la resistencia popular y la de sus organizaciones revolucionarias contra el tratado.
El gobierno negoció con EE.UU. la suspensión de la Enmienda Platt como apéndice de la Constitución y se suscribió otro Tratado, que aunque no reconocía el derecho a intervención, ratificó la permanencia de la Base Naval de Guantánamo, sin fecha límite de tiempo.
No obstante, con este paso de prescindir del arcaico instrumento de dominación, en nada se puso en peligro el control del imperio sobre la Isla ahora garantizado por nuevas formas asentadas principalmente en el ejército, los órganos represivos, la penetración de los intereses estadounidenses y sobre todo la consolidación de una clase política gobernante plenamente plegada al imperio por encima de cualquier diferencia en sus tintes políticos.
Pero aquella batalla ganada por el pueblo fue un paso importante en la radicalización y fortaleza del movimiento revolucionario antimperialista, en su camino para alcanzar el definitivo triunfo del primero de enero de 1959.