A 172 años del fallecimiento en el destierro, el 22 de febrero de 1853, del sacerdote presbítero Félix Varela, sus connacionales continúan recordándolo no solo como aquel que los enseñara a pensar, sino también como un cubano patriota y revolucionario.
Expiró a los 64 años en San Agustín, Florida, Estados Unidos, donde había encontrado refugio y luego ejerciera su vocación casi determinada por propia voluntad en la niñez, después de haber escapado en su juventud de una condena a muerte dictada en España cuando cumplía allí la misión de representar a Cuba en las Cortes de la metrópoli.
Cometió el pecado o más bien la infidencia de pedir ciertas libertades económicas para la isla antillana y criticó la esclavitud, entronizada en las colonias.
Fue el sabio cubano José de la Luz y Caballero quien dijera de él que fue el primero que nos enseñó en pensar, y en esa realidad tuvo mucho que ver la condición de hijo del Iluminismo del jovencito Varela.
Ese movimiento había llegado a Cuba desde Francia, en contraposición con la filosofía medieval que aherrojaba las mentes y los métodos de enseñanza de aquella época.
Varela debió soportar tal vez un vía crucis para, sin renunciar a sus creencias religiosas, abrazar al mismo tiempo ideas científicas y renovadoras de avanzada, las cuales utilizó para facilitar sus métodos pedagógicos, al fungir como profesor en el Seminario de San Carlos.
José Martí dijo que fue un patriota entero, y llama la atención la forma en que él se identificó a sí mismo, expresada en su Carta de despedida, publicada en el Diario del Gobierno Constitucional de La Habana el 18 de abril de 1821, antes de partir a las cortes españolas para oficiar como diputado.
“Ya sea que el árbitro de los destinos -escribió- separándome de los mortales, me prepara una mansión funesta en las inmensas olas, ya los tiranos por oprimir la España ejerzan todo su poderío contra el augusto congreso en que os habéis dignado a colocarme, nada importa: un hijo de la libertad, un alma americana desconoce el miedo”.
Al tomar ideas universales enriquecedoras de su acervo, no calcó nada, en cambio se ocupó de reevaluarlas y luego, si había lugar, integrarlas a la realidad de la tierra natal, donde adquiriera determinadas características culturales y derechos como ser humano moderno.
Varela veía a América toda, como un verdadero Nuevo Mundo, distante en mucho de las decadencias del Viejo Continente y el poder central proveniente de Madrid.
El Padre Varela era famoso sobre todo entre los jóvenes estudiantes de la enseñanza superior, quienes abarrotaban sus salones de clase y se fascinaban con sus métodos, que incluían la duda, preconizaban el análisis, la razón, laboratorios o una suerte de talleres, el conocimiento profundo.
Adiós a las letanías, a la memorización repetitiva y a las clases en latín, que dominaba a la perfección, pero no usaba en sus lecciones. Curiosamente, no lo declararon hereje, tal vez porque su integridad y pureza brillaban como una aureola.
Aunque tuvo que vivir muchos años en el exilio, al huir por Gibraltar, España, primero ejerció su oficio en Nueva York, con aprecio de las autoridades y comunidad religiosa y luego buscó mejorar su salud más al sur, en San Agustín, donde murió en la extrema pobreza.
Siempre se identificaba con Cuba en tiempo y espacio, tanto en sus análisis sociológicos y políticos, como cuando hablaba de la naturaleza y pasaba del lenguaje culto de los claustros a expresiones en que se reconocen cubanismos muy populares en su tiempo.
Razón han tenido siempre los autores de estudios que lo consideran el precursor de la conciencia que llevaría a la forja de la identidad cubana, derivada en sentimiento patriótico e independentista en él y en el movimiento de cubanos más tarde iniciadores de la primera guerra por la libertad en la segunda mitad del siglo XIX.
A los 19 años se graduó en la Universidad de La Habana, luego de llevar estudios paralelos desde los 14 en el Real y Conciliar Colegio Seminario San Carlos y San Ambrosio de La Habana.
Ordenado sacerdote a los 23 años, a los 24 imparte Filosofía, Física y Ética en el Seminario, donde funda el primer laboratorio de Física y Química de la Isla.
Acompañado siempre por su espíritu creativo funda la primera Sociedad Filarmónica de La Habana. Escribió obras de teatro presentadas en escenarios habaneros y redactó libros de textos para estudiantes de Filosofía.
Durante su estancia en Estados Unidos, inventa y patenta un equipo para aliviar las crisis de asma. El 18 de enero de 1821 el Padre Varela, nacido en La Habana el 20 de noviembre de 1788, inaugura en el Seminario de San Carlos, la primera Cátedra de Derecho de América Latina de materias sobre la legalidad, la responsabilidad civil y el freno del poder absoluto, sobre libertad y derechos del hombre.