Raúl Roa, la diplomacia y la batalla

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ACN - Cuba
Marta Gómez Ferrals | Foto: Archivo
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16 Abril 2025

    A 118 años de su nacimiento en La Habana el 18 de abril de 1907, el Canciller de la dignidad Raúl Roa García vive en la memoria  de sus coterráneos, muchos lo vieron partir físicamente en 1982, tras un batallar que hizo época dentro de las filas de la Revolución y la diplomacia, en las tribunas de la ONU y el mundo.

   El calificativo de marras lo definió todavía en vida y en pleno desempeño de sus responsabilidades como ministro de Relaciones Exteriores. Hacía justicia a su verticalidad y valentía, al responder a los ataques y mentiras emitidos por personeros estadounidenses y sus acólitos contra Cuba.

   Desde su juventud, primero como estudiante y luego al ser profesor de la Universidad de La Habana, y como intelectual militante, se sumó a las causas más justas y progresistas, con el ideario marxista-leninista y martiano.

   Lo distinguía, en opinión de quienes lo conocieron, una personalidad brillante formada en los años mozos, la cual dio filo a su ejercicio en la diplomacia, terreno en el que sentó cátedra, con un estilo muy directo, convincente y desbordante al que ningún oyente o interlocutor podía sustraerse.

   No tenía deslices. Inquieto y lenguaraz como él mismo se definió,  era incisivo e ingenioso, haciendo uso del humor criollo en sus parlamentos o ripostas, sin perder la claridad y contundencia del mensaje político.

   La defensa de la Revolución Cubana y de la soberanía de la Patria nunca había tenido un esgrimista mejor. Esto le hizo ganar admiración crecida entre varios de sus colegas extranjeros.

   Si se da un salto imaginario a los primeros años de su existencia, se observa que sucesos como la entronización y puesta en marcha de la política impuesta por la Enmienda Platt, apéndice añadido con carácter obligatorio a la Constitución cubana, marcó su interés en el combate por la libertad, la soberanía y la justicia social.

   Procedía de una familia de gran tradición patriótica que, en la etapa de las luchas independentistas, dio una contribución combativa. Siempre será necesario para los cubanos, diplomáticos, intelectuales o no, volver a Roa García como homenaje merecido a su persona y deber leal con la historia cubana.

   El ministro o profesor que muchos conocieron en su madurez como escritor, político, diplomático y polemista, nunca dudó en participar en marchas y mítines de protesta siendo todavía adolescente y joven estudiante, en la lucha contra el tirano Gerardo Machado, en los años posteriores al 1930.

   También en su juventud fue uno de los fundadores del Directorio Estudiantil Universitario (DEU) y asistió a sus movilizaciones, pero abandonó esa organización más tarde por divergencias ideológicas, para fundar con Gabriel Barceló, Pablo de la Torriente Brau y otros, el Ala Izquierda Estudiantil (AIE).

   Titulado como doctor en Derecho en 1935, ese año publicó Bufa subversiva, compilación de su obra más relevante hasta ese momento. Ya en 1940 obtuvo una cátedra en la Universidad de La Habana.

    Conocedor y practicante de la teoría del marxismo-leninismo, fue un combatiente de primera línea con una posición antimperialista que, en 1959, lo designaron para representar a Cuba dentro de la Organización de Estados Americanos (OEA).

   Desde su primer día en funciones en los foros de la OEA no ocultó su desconfianza ante el prontuario de esa institución, que no tardó en calificar como Ministerio de Colonias. Cuánta razón había y hay todavía en esa aseveración.

   En tiempos de Roa, Cuba abandonó sus foros, para no regresar jamás.

   Durante la dictadura batistiana de los años 50 se incorpora de manera militante a la Resistencia Cívica, movimiento con presupuestos éticos y morales muy cercanos a la organización del Movimiento 26 de Julio.

   Después de su nombramiento como embajador ante la OEA, en diciembre de 1959 ocupó el cargo de  Ministro de Relaciones Exteriores y luego, como representante de Cuba ante la ONU, escribió otra página de honor en su ejecutoria de persona fuera de serie.

   Son innumerables los testimonios, documentos que todavía hoy dan fe de la combatividad y altura profesional del Canciller Raúl Roa García, cubano fiel a sí mismo, a sus principios y a su tiempo.

   Aunque en muchos casos sea una delicia hablar de su estilo, nadie duda que lo mejor que dejó a todos, los de su oficio y al pueblo cubano, fue su coraje y espíritu de lucha, su decir ¡no! ante la injusticia o la rendición, y su quehacer de maestro de nuevas generaciones.