Luz María Martínez Zelada
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24 Diciembre 2017

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Santa Clara, 24 dic (ACN) Una cruz de granito sobre pedestal, rodeada por una verja a la entrada de un puente sobre el río Cubanicay, en Villa Clara, resulta la causa de un entramado de historia y leyenda, al decir de los pobladores de la central ciudad cubana.
Sobre el posible origen del símbolo religioso se conocen dos relatos: La colocación en ese sitio de la señal de maderos cruzados a la llegada de los nativos de Remedios, fundadores de la ciudad en 1689 y la más aceptada, que la alegoría fue ubicada para señalar el punto de arribo, costumbre arraigada en España.
Más allá de la búsqueda de una explicación histórica a la cruz, la imaginación popular creó fábulas que justifiquen el desconocido origen, entre ellas existe una que narra el ajusticiamiento de criminales, mediante la horca, en ese sitio.
La revelación de una trágica relación de amor ocurrida a mediados del siglo XVII, antes del nacimiento de la villa, figura entre las leyendas más conocidas por la población.
Dicen que el joven Ramón sorprende a su hermana María, en brazos de Jacinto, su amante y surge un altercado entre ambos, la muchacha se interpone y muere de un machetazo dirigido por su pariente al cuñado, éste lo ultima, entierra a la novia y clava una rústica cruz sobre la tumba.
Según se cuenta, el catalán Don Martín Camps y Oliver, residente en la villa, ante la impotencia del ayuntamiento para reponer la pieza de madera cuando se deterioraba, encarga a Barcelona una de esas alegorías cristianas, hecha de marmol, con pedestal y verja, a un costo de 21 onzas de oro.
El monumento quedó inaugurado el dos de mayo de l861, a partir de entonces y durante media centuria se realizaron las veladas de la cruz.
Los festejos duraban primero dos y luego, hasta nueve días, en calles adornadas por los vecinos, donde abundaban delicias de la cocina popular mientras las orquestas amenizaban las noches.
Hace más de un siglo que tales fiestas no se celebran, pero cada vez que la cruz sufría un percance, fue subsanada como sucedió al paso del huracán Lili, en 1996, con daños irreparables a la estructura de piedra blanca, sustituida por otra de granito mientras la original se guarda en la Casa de la Ciudad.

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